Hoy se cumplen 101 años de la matanza en la escuela Santa María. Y al parecer la conmemoración, por decirlo de un modo elegante, será de bajo perfil. Y no hay que asombrarse. Los cien años de esa matanza fue “prácticamente” un hecho lamentable. Pongo esa palabra entre comillas ya que hubo un par de actividades dignas de mencionar.

Aún nos queda el gusto amargo de la incapacidad que tuvimos para cerrar filas en torno a un hecho fundante de nuestra memoria obrera y popular. Repasar los hechos del año pasado sólo contribuye a aumentar la desazón. El centralismo izquierdista de Santiago nos impuso su agenda y sus ritmos. Y nosotros, provincianos, una vez más nos dejamos atropellar,  por  aquellos que siguen creyendo que los destinos de las regiones están definidos en Santiago, por quienes están convencidos que hay que tratarnos como si fuéramos niños.  En casa, los protagonismos de los partidos políticos y de movimientos variopinto, los egos desmesurados y otras miserias, impidieron que la figura de José Briggs se alzara, en representación de la clase obrera, como el centro inspirativo de las actuales luchas de hoy.

Terminamos por transformar la memoria en un hecho anclado en el pasado, sin la dimensión ética ni épica, que esta huelga tuvo. Podemos llenar la ciudad de monumentos y de calles con nombres de los mártires, pero éstos no nos dirán nada, si en la escuela, no se transmite lo sucedido el 21 de diciembre de 1907, con pasión y sentido de justicia, tal como se enseña el 21 de mayo de 1879.

Farandulizamos la memoria obrera y popular –insisto en que hubo actos memorables- haciéndonos eco de lo que ocurre en la TV. Falta, nos falta, como puerto de la memoria, tratar mejor a ésta, cultivarla, pero reitero con sus connotaciones éticas. Los que allí murieron no lo hicieron en vano. Carecemos de una calidad en la política que nos permita alzarnos sobre nuestras pequeñas diferencias, y coincidir en aquello que es lo fundamental. Pero, al parecer estamos en otra.  Si antes le exigíamos a quienes nos representaban ideas y decencia. Ahora, al parecer, sólo nos importa lo último. Está bien que ya no hayan utopías, pero eso no significa que haya desaparecido la pobreza y la injusticia.

Hoy está de moda el pasado, pero añoramos un pasado que hemos construido con trampas. No creo que la década de los 80 se reduzca a la Madonna y a otras divas y divos. Y la TV era una espacio manejado por sabemos quienes.

Por ahora, en estos 101 años, al visitar el sitio del suceso, tendremos que bajar la cabeza y comprobar con vergüeza propia y ajena,  que así como la suciedad y el abandono tiñen ese pedazo de historia, de ese mismo modo, tenemos guardada la memoria de los mártires de Tarapacá. Al parecer no hemos sabido ganarle al olvido. En este aspecto habrá que corregir a Santiago Polanco Nuño.

 

Publicado en La Estrella de Iquique, el 21 de diciembre de 2008