La crisis de salitre dejó al Norte Grande en una gran orfandad. El estado central, lisa y llanamente se olvidó de este territorio cuyas riquezas alimentaron a todo Chile. Desde el 1930 al 1960, la ciudad trataba de sobrevivir. Muchos la abandonaron en búsqueda de mejores perspectivas. Comerciantes, deportistas, y por cierto obreros que regresaron a sus tierra de origen, desenganchándose. Un dato importante, la iglesia Anglicana de la calle Orella, en lo que se conoció como el barrio inglés, cerró sus puertas. Santiago, a través de su elite otorgaba paliativos para la crisis. En la década de los 50, se anunciaban proyectos mineros, explotación de gas, petróleo y la famosa fábrica de cenizas de soda, entre muchas otras. Incluso se hablaba de que los japoneses iban a comprar el cerro Dragón para producir porcelanas. Espejismos, por cierto. A través del deporte, protestábamos contra el centralismo, ganando casi en todo.

La sociedad civil iquiqueña hacía notar su descontento. Gozaba de una organización cuya transversalidad era su común denominador. Sólo el intendente y por razones obvias, no participaba. Cansados de tanto esperar, organizaron uno de las protestas políticas  más osadas que se recuerde en nuestra historia reciente. Luego de muchas reuniones, muy parecida a cabildos, decidieron que el 21 de mayo de 1957, la ciudad amaneciera con la bandera nacional a media asta. La fecha, demás está en recalcarla, señala el comienzo de la anexión de Tarapacá y Antofagasta a Chile. La bandera arriada a la mitad del asta, pone en entredicho la arenga de Prat. El estado central reaccionó como siempre, impuso el estado de emergencia. Arguyó: «relajamiento patriótico». Los dirigentes, que no eran comunistas ni muchos menos, fueron apresados y sometidos a juicio. El diario El Tarapacá, se hace cargo de narrar esta situación. Lo anterior hizo que el diputado Juan Checura afirmara que Iquique, era la Cenicienta del Norte. La interpretación es evidente. El estado central, la madrastra, nos explotó cuanto pudo. Pero a diferencia del cuento, del príncipe nunca se supo. Aunque de vez en cuando, aparecen por estas tierras quienes pretenden hacernos creer que han encontrado el zapatito extraviado.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 10 de noviembre de 2019, página 13