La exposición de juguetes pampinos en el Palacio Astoreca, ha puesto de relieve un aspecto poco estudiado de nuestra realidad:  la dimensión lúdica de la vida y sobre todo de la infancia. Los juegos siguen siendo un tema considerado como menor.

Los juguetes, del tipo que sean, refieren a una etapa específica del desarrollo del ser humano. Además indican la existencia de ese período que se llama infancia, que no todas las sociedades tienen. Los juguetes tal como lo conocemos no tienen más de dos siglos de antigüedad. Otras sociedades no los conocieron. No les hacía falta.

La infancia, es una construcción que cada sociedad realiza o ignora. Al estudiar ciertos juguetes, estamos dado cuenta de cómo eran esos años.  No es  este el espacio para hablar de ello, pero digamos que al analizar el tipo de juguetes, podríamos pensar en como los adultos, preparan a los niños para asumir roles años después. Jugar al papá y a la mamá, al médico o la enfermera, están marcando fuertemente relaciones de géneros. Lo mismo sucede con el cajón de herramientas o con la camiseta del club que nuestro padre, nos regala.

En la sociedad andina, los juguetes están asociados a la vida agraria y pastoril. Se juega a ser agricultor o ganadero o artesano. En enero, en la fiesta de las Alasitas, la sociedad adulta, a través de los cosas en miniaturas, demanda al Ekeko por casas, camiones o mejores negocios. Esto sucede en Bolivia.

En la pampa salitrera, los juguetes confeccionados con los materiales que se disponían, reproducían herramientas de trabajo, como camiones, grúas, etc. En otros casos, a través del aro, servía para recorrer la oficina. Nos hablan, esos juguetes del ingenio y de la astucia.  En Iquique, la oferta era un poco más amplia. Los juguetes de maderas, como palitroques u otros, se producían en forma artesanal. Carros de bomberos y camiones de transporte de mercadería eran los más comunes.  Gracias al ferrocarril de Estado, podíamos disponer de triciclos y monopatines que duraban hasta que las gomas de las ruedas no daban más.

El puerto libre de Arica y luego la Zona Franca, además de la globalización han significado el abandono de los juguetes artesanales y la proliferación de aquellos en serie y virtuales. El muchacho que repasaba la calle San Martín con el trompo y la cala, es reemplazado por aquel que frente a la pantalla de su computador, recorre el mundo, sin moverse de su casa. En ambos casos, la existencia de lo lúdico, es el común denominador. No en vano, a parte de ser seres racionales, somos seres lúdicos, y eso se nos olvida, a veces. Jugar, y en serio, como lo hacen los niños y las niñas, es una dimensión que a veces no  valoramos.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 23 de octubre de 2011, página A-9

 

 

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