Una de las relaciones más simples que se pueden establecer entre ciudad y política, es advertir como en su estructura física, llámense calles y paredes, la política hará su agosto. Uso la palabra en el sentido más elemental del concepto. Hablamos de elecciones que es su forma más visible.
En estos meses de elecciones de alcaldes y de concejales, la ciudad se transformará en una inmensa y no necesariamente hermosa pancarta. Colores variados y ofertas diversas se inscribirán en cuanto espacio público se encuentre disponible.
Aparte de lo contaminado que estará el ambiente, colapsado con nombres, apellidos, fotos y es una buena ocasión para estudiar en qué está la ciudad, y sobre todo, como los candidatos nos ven. Si nos perciben como niños o bien como adultos (las diferencias a veces no son tan evidentes), estará por verse. Lo más probable es que nos ofrezcan una ciudad mejor. Pero para eso se necesita a Mandrake.
En los años 60, cuando la sociedad era distinta, la política también lo era, las calles eran la única pizarra que soportaban las promesas de los candidatos. Aún debe quedar por ahí algunos nombres grabados de esas luchas. Orel Viciani, un iquiqueño de la Unidad Popular, rayó toda la ciudad. Se convirtió en el diputado más joven del parlamento. Hizo una campaña espectacular. Y en base a la brocha gorda. Y con jóvenes que trabajan voluntariamente.
Hoy, para peor, los candidatos, con acceso a la tecnología (facebook y compañía) que Romelio Jiménez o Juan Antonio Ruz, no tuvieron, instalarán grandes fotos con futuros candidatos a presidente. Es bueno notar como aún hay letreros de alianzas que hoy serían imposibles (aunque en esta actividad todo es posible). La Isasi con Soria padre, y éste con Piñera. Además una nueva forma de llenar el espacio público se inauguró un par de años atrás: la ocupación de plazas y rotondas. Espero que esto se controle.
La ciudad se convierte en un campo de batalla en la que todos soportaremos las consecuencias. Por cierto, que los que más plata tienen, tendrán más presencia. Habrán fotos y nombres que pronto querremos olvidar. Del uso de la radio ni hablar. Los creativos desplegaran sus recursos subliminales y de los otros, para convencernos que votemos bien, es decir, por ellos. Hay jingles que pasarán a la historia de la política local. La televisión local es otra cosa.
La ciudad sufrirá las ofertas de aquellos que desean mejorarla. Aunque es paradojal, no deja de ser patético. Por ahora sólo nos queda armarnos de paciencia. Y de algo más. Nos esperan largos meses de campaña. Al final la ciudad seguirá igual. Perdonen el pesimismo.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 12 de agosto de 2008.