Nuestra tan cacareada modernidad se ha visto en aprietos con la llegada de James Bond. Sólo un país superficial como el nuestro y con una prensa de similares características trata de un modo tan central a un personaje que ni siquiera es el original. Hablo de aquel que en “Operación Trueno” casi hace caer la galería del Cine Nacional, o del “Satánico Dr. No” en la que la Ursula Andrews, dejó prendado no sólo a Sean Connery, sino que también a Juan Gaete Silva, a quien la muerte le privó de leer esta crónica.

Y no sólo eso, el alcalde de Sierra Gorda, una comuna que muy pocos conocen, ha saltado -de golpe y porrazo- al estrellato gracias a su tenaz oposición a que el filme muestre parte de su poblado como si fuera de Bolivia. Astuto este alcalde. Gracias a la saga de OO7, ha iniciado su campaña para la reelección.

Torpe el edil,  ya que no sabe que el reino del cine sienta su soberanía sobre la ficción. Habría que decirle que Stanley Kubrick filmó “Nacido para matar” en Inglaterra. Bien sabemos que los ingleses no han protestado, al prestar su territorio para filmar una película sobre Vietnam.

Hay que advertirle además que hacer películas es un negocio y muy lucrativo. Sierra Gorda puede convertirse en lo que algunos pueblos de España consiguieron en la era del boom del spaghetti western.  El desierto de Tabernas, en Almería, por ejemplo, recogió muchos miles de dólares marcados por esa industria cuya música compuso Ennio Morricone. Los ariqueños estaban felices cuando en la película “La rata de América”, nombran a esa ciudad como una de las principales articuladoras del tráfico de drogas. Me dicen que incluso aplaudían con orgullo un tanto morbo. Pero, en fin.

Más allá de lo anterior resulta interesante notar como  los temas de una guerra de fines del siglo XIX, siguen movilizando energías nacionalistas. Y más aún si se trata de una recreación cinematográfica. No se que diría este alcalde si lee la novela de Patricio Jara, “El mar enterrado”,  en la que se retrata a Antofagasta en tiempos que pertenecía a Bolivia.

En todo caso, James Bond la sacó barata. En Iquique la hubiera pasado peor que luchando contra el mal.  Me imagino a los comunicadores sociales,  a las fuerzas vivas, apuntando contra el agente secreto. Pero como somos una ciudad de extremos, nada raro que lo hubiéramos dado el titulo de hijo ilustre o bien de persona non grata. El sorismo rechazaría lo que el pollismo apoyaría y viceversa. Por ahora, el hombre “con licencia para matar”, una mezcla sofisticada de Dante Yutronic y de otros de mal recuerdo, contará que en Sierra Gorda, un enfurecido alcalde trató de recordarle que estaba en suelo chileno. 

Publicado en La Estrella de Iquique, el 6 de abril de 2008.