La huelga de los mineros de Collahuasi ha puesto en relieve varios aspectos.  Entre muchos creo que a diferencia de la anteriores movilizaciones, la actual tiene fuertes componentes políticos.  No es que las otras carecieran de esa dimensión, sino que ahora es más evidente.

Una primera observación tiene que ver con la toma de la escuela Santa María. Bien sabemos lo significa para la memoria popular este recinto.  La limpieza de ésta y su uso por parte de los mineros se ha traducido en una dignificación de ese lugar abandonado. Se ha vuelto a pintar el monolito. Y el edificio se ha llenado de voces. Contrasta lo anterior con la política de la Compañía, por apoyar la memoria militar, casi sin reservas. Mientras se gasta millones de dólares en la réplica de La Esmeralda, sus trabajadores se toman la Santa María.

Expresa este huelga no sólo una motivación económica, justa por lo demás, sino que además cuestiona el quehacer de la minera en término del impacto ambiental y de sus política cultural. Los rayados por la calle Barros Arana, así lo expresan. Los temas del royalty también adquieren visibilidad.

Más allá de la solución al conflicto, hay que recoger las enseñanzas de este movimiento. Son, estos mineros, los únicos que poseen la fuerza y la organización para negociar en igualdades de condiciones con el gran capital; además de llenar las calles con su presencia y sus gritos reivindicativos.  Esto es por cierto una luz de esperanza para el alicaído y fragmentado movimiento popular.  Bien sabemos, la democracia consiste en  la libre disposición y concurrencia de las fuerzas sociales tras sus objetivos, todo claro está bajo el marco que la convivencia aconseja. La política es un campo de lucha en que dos o más actores compiten por imponer sus intereses. La huelga es uno de esos dispositivos que la ley permite para que los trabajadores negocien.

A muchos les cuesta entender las motivaciones de los mineros. Incluso consideran exageradas sus demandas. Pero es cuestión de poner las cosas en perspectiva.  Los salarios paupérrimos de los trabajadores, en general, hace ver que el de los mineros luzcan como extravagantes. Hay que  ver la contraposición entre las ganancias millonarias  de la minería,  versus las demandas de los mineros. Existe un fuerte desequilibrio.

El sindicato de Collahuasi tiene ahora una gran responsabilidad. Una vez conseguido sus objetivos deberá ser el articulador de las demandas regionales.  Insertarse más en la comunidad, asumir su responsabilidad social, comprometerse más activamente con el destino de la región. Una de esas maneras debe ser el aporte a la defensa del patrimonio y de la memoria popular; apoyar a aumentar el capital cultural de la región, a través del apoyo a las expresiones artísticas en forma periódica y sostenida en el tiempo.  La responsabilidad social es un tema también de los sindicatos, de las universidades estatales  y de todas aquellas organizaciones con vocación pública.

Publicado el 21 de noviembre de 2010, página A-9