A lo largo y ancho del plano urbano iquiqueño, hombres y mujeres desarrollaron la vida urbana fundando barrios. Y al interior de ellos, crearon espacios para desarrollar la vida comunitaria. Uno de esos espacios es el club deportivo. A diferencia de la escuela (fundada por el estado) o de la parroquia (fundada por la iglesia), fue organizado por la sociedad civil. O sea sin apoyo gubernamental o eclesial, contando tan solo con ese capital que ahora se llama social.
Esta institución ayudó a construir la identidad cultural iquiqueña, que tuvo su mejor expresión en la afirmación “Iquique, tierra de campeones”. El barrio y sus instituciones como el club deportivo era el almacén de la memoria de ese territorio. En ese espacio se recreaba la épica deportiva iquiqueña: el combate de Estanislao Loayza con J. Goodrich,  de Joe Louis con Arturo Godoy, las hazañas del León del Bajo, Oscar Benimellis, el torneo  de pesca y caza submarina, donde Raúl Choque se coronó campeón del mundo. La historia es larga.
Los barrios populares tienen sus propias fronteras, que todos los que allí viven saben de memoria. En ese saber acopiado por el paso de los años, transmitidos en forma oral, los límites son, en algunos casos, movible. Así por ejemplo, hay fronteras religiosas y otra deportivas. Y a menudo ambas no coinciden. Los bordes del barrio Plaza Arica, en términos deportivos estaban dados por los alcances del deportivo La Cruz; sin embargo, los limites religiosos, dado por la realización, y en forma específica, por la procesión  de la Tirana Chica superan esas fronteras. Otros, tienen su referencia simbólica solamente en el club deportivo. De algún modo podríamos decir que el club crea al barrio. Es el caso, por ejemplo del Rápido.
El club deportivo, más allá de los espacios lúdicos y de entretención que produce, es también un espacio donde la gente produce identidad. La expresión, por ejemplo, “Somos del Rápido” sintetiza lo común que comparten aquellos que fueron criados en la calle Errazuriz entre Riquelme y Orella y sus alrededores. Las fronteras que lo separan del club Expreso son tan sutiles como efectivas. Pero también el club deportivo es una red social donde se crea y recrean lealtades y afectos. A través de la red social deportiva se pueden conseguir empleos y favores.
Los cientos de clubes deportivos que animaron la vida deportiva iquiqueña (un amigo a quien no conozco aún, me habla del club “Splendid”), parecen en retirada. Lo que le pasa al Jorge V es bastante indicativo. Al parecer se va a morir (espero que no suceda) sin que nadie haga algo. A lo mejor algún candidato de los muchos que hay, hace una propuesta para que ese patrimonio deportivo de la calle Barros Arana no se nos vaya. La gran capacidad de organización que tuvimos los iquiqueños la expresamos creando clubes deportivos. Cuando uno de ellos se muere, muere también algo de nosotros. 

Publicado en La Estrella de Iquique, 10 de octubre de 2004