Con la muerte de Julio Martínez desaparece un estilo de periodismo deportivo propio y singular. Un estilo que perteneció a la radio y a la prensa escrita. Las últimas apariciones de este periodista en la televisión, era como estar de vuelta a los años 50. Un estilo pausado que seguramente irritaba a los ansiosos por la rapidez y el ritmo. Quizás por lo mismo, sólo aparecía los fines de semana. Los domingos, para ser más precisos.
Jota Eme pertenecía además a otro país. A ese Chile en blanco y negro, en AM y con fotos retocadas de la revista Estadio o Gol y Gol. Un país sin TV que hacía imprescindible la existencia de un mediador como lo fue, en sus tiempos Pancho Alsina, Míster Huifa o Sergio Silva. Un país en la que ir al estadio era una fiesta en la que nuestros padres poco menos que iban con corbata y paltó.
La prosa de este calvo con bigotes recortados sugería la existencia de un nación que se encontraba en el deporte aunque nos fuera mal. Una lírica en que los adjetivos y las exageraciones eran naturales en un mundillo, en la que los adjetivos y las exageraciones son el pan de cada día. Pero no era una lírica que se agotaba en frases hechas y sin ninguna relación con el pasado. La autoridad de gente como Julio Martínez provenía de su manejo de la historia, del dato preciso, de la anécdota. De esa sabiduría que consistía en saber a ciencia cierta que pasó por la mente cuando David Arellano se desplomó en esa cancha de España. O en saber quien era el jugador que más goles había hecho en un partido de fútbol. Como buen poeta navegaba en las aguas de la teología: “Justicia Divina” exclamó al ver como la pelota enteraba en el arco de la URSS, allá en Arica el año 1962.
Con Iquique tenía una relación especial. Sabía que en esta ciudad se había desarrollado una inmensa actividad deportiva con logros nacionales e internacionales. Se nutrió además de la sabiduría de Carlos Guerrero “Don Pampa”, un iquiqueño que en las páginas de la Revista Estadio supo poner a nuestra ciudad en el lugar que correspondía. Siempre que hablaba del puerto de las siete letras lo hacía apoyándose en el Tani y en Arturo Godoy.
Personalmente le tenía aprecio ya que no dudó en ningún instante en prologar mi libro sobre la historia del deporte en nuestra ciudad. Y lo hizo fiel a su estilo y a su prosa. Enhebra cuidadosamente sus recuerdos de niño con la mirada del adulto. Recuerda que de la mano de su padre asiste a un combate de Arturo Godoy. Este, no puede menos que admirarse frente al coraje del guapo de Caleta Buena. “Por Dios, que valiente es ese tío” exclamó el padre de JM. Fue entonces cuando un señor que estaba a su lado, respondió con una frase de dos palabras: “¡Es iquiqueño!”. Es acaso la mejor síntesis de esa identidad local forjada en la pampa, en las caletas, en los barrios populares y en sus cuadriláteros. Julio Martínez, un observador agudo supo capturar esos rasgos tan nuestros y a veces tan olvidados.
La muerte de JM es el cierre definitivo de la revista Estadio y Gol Gol, es el cierre de la última puerta de ese deporte romántico que se reducía en la frase: “mojar la camiseta”.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 6 de enero de 2008