Entre el barrio El Colorado y la llamada Plaza Gibraltar, hoy Plaza Arica, se asentó lo que se conoció con el nombre de barrio Matadero. Las crónicas e informes oficiales, señalan que desde fines del siglo XIX, existía el llamado camal municipal. En los años 80, el oficio del matarife deja de existir. Los matarifes no sólo se dedicaron a faenar animales, que venía del sur y de la Argentina, sino que también a darle forma a la recreación. Es así como el 24 de febrero de 1935, fundan el Club Deportivo Unión Matadero. Desde fines del siglo XIX, el carnaval ya se celebraba, y sus comparsas quemaban al rey Momo en el Buque Varado.

El boxeo y el fútbol, fueron los deportes que aglutinaron a los matarifes. Desde el camal nació la fuerza y la valentía del Tani Loayza que según cuentan, bebía agua de nuca de toro. Otros, como José Castro, Mario Gárate, Rubén Godoy y Rubén Guerrero, siguieron el ejempo del primer chileno que disputa el tìtulo del mundo. En el fútbol, sus glorias en la liga de los barrios y luego en la de honor, son dignas de novelar. No sabemos en que año el socio Raúl de María, escribe el himno al Unión Matadero, lo titula “Oro y grana”: “Como emblema de honor deportivo/ brilla el oro en el banderín/ y es el rojo un símbolo vivo/ del esfuerzo en atlético lid/ Son el oro y el grana fundidos/ los colores de la Institución/ que cobija recuerdos queridos/ de gloriosa y felíz tradición”. Buena parte del boxeo y del fútbol no se pueden entender sin el aporte de los matarifes. Sus futbolistas, son tantos que por tema de espacio, sólo menciono a Freddy “Chanchote” Rivera Gárate. Samuel Astorga, Patricio Meza y Pablo Santa Cruz, grandes dirigentes. Y hay muchos, muchos más.

“El Dándalo”, es un lugar clásico de este barrio, al igual que la sede social de los matarifes que el año 1958 fue habilitado como un moderno gimansio. Por mucho tiempo, el baile Chino, se arraigó en ese territorio. Ramón Ramos fue uno de sus más insignes caciques. No queda mucho de este barrio, pero si de su tradición deportiva y carnavalera y del paso de los toros fugados rumbo al centro de la ciudad. Los viejos matarifes, de tarde en tarde, luego de la siesta, recuerdan los años de gloria de los oro y grana. Sus instrumentos de trabajo aun permanecen afilados…

Publicado en La Estrella de Iquique, el 26 de febrero de 2012, página 17