La memoria histórica ha de activarse en las celebraciones que cada grupo social realiza para establecer un diálogo con el pasado. El ritual nacionalista nos enseña, varias veces al año, a través  del desfile, por ejemplo, que estamos en tierras conquistadas. Los rituales operan como  recordatorios. El movimiento obrero encuentra en cada 1 de mayo, la fecha propicia para generar unidad y cohesión.  Con el 21 de diciembre opera la misma lógica.

El año 1957 se conmemoraron los  50 años de la Matanza de la Escuela Santa María. Las fuerzas de izquierda de la época, hegemonizadas por el partido Comunista y el Partido Socialista organizaron un acto en la inmediaciones del Mercado Municipal.

Lo central de ese acto fue la inauguración del monolito que recuerda la matanza. Para esa ocasión se contaba con la presencia del secretario general de la Central Unica de Trabajadores, Clotario Blest.  Pero no pudo asistir. Lo reemplazó el dirigente Juan Vargas Puebla,

El monolito fue entregado por el alcalde de la época,  José Rodríguez Larraguibel. Hubo un acto artístico en la que el Coro de la Central Unica de Trabajadores, interpretó el “Canto a la Pampa”. Hubo ofrendas florales y discurso. El diario “El Tarapacá” que cuenta este hecho es bastante escueto. De hecho la información aparece en forma muy poco destacada.

La segunda mitad de la década de los 50, son años bastante críticos, no sólo para el norte grande, sino que también, y en forma especial para nuestra ciudad.  Las esperanzas de lograr un desarrollo industrial se ven desvanecidas. La fábrica de Cenizas de Soda, la gran esperanza industrial para los iquiqueños, se desvanece. La crisis parece ser un estado permanente en esta ciudad. La labor de los diversos comités que luchan por sacar a la ciudad de este estado, son diversas. Dirigentes como Gilberto Flores Ternicien juegan un papel preponderante.

Pero volvamos al acto. El coro de los trabajadores de la Cut interpretó  la pieza musical que fue por mucho tiempo el único relato que teníamos para saber algo de los macabros hechos de ese 21 de diciembre. Me refiero al poema musicalizado de Francisco Luis Pezoa, “El canto a la pampa”. La magnitud orgánica de los trabajadores, su conciencia de clase, hace posible que cuenten con un coro. Ellos son los organizadores del acto.  Ello habla además de la capacidad de movilización que en esa época había.

Para los cien años, sería bueno que el movimiento obrero tuviera también una destacada participación. Ellos son los herederos naturales de los hombres y mujeres sacrificados esa tarde de diciembre.