Son las ocho de la mañana y rumbo a la Universidad desde mi casa, después de tres intentos de subirme a un colectivo, uno se detiene y me lleva. A esa hora los choferes se informan. Al menos eso parece. La radio santiaguina entre noticias de restricción y congestión vehicular, crisis argentina, asaltos a mano armada y desarmada, dice que el Premio Nacional de Historia ha recaído en el arqueólogo Lautaro Núñez. “Iquiqueño” afirma el locutor FM, para enseguida agregar: “El norte grande tiene 14.000 años de vida y 500 de historia», dice que dijo el arqueólogo galardonado. Hace tiempo que una noticia desde la capital no nos alegraba tanto como esa. Era el día viernes 23 de este mes.
Hace tiempo que las ciencias sociales regionales, vienen desarrollando una especial dedicación sobre nuestra realidad. La vasta producción académica que hoy exhiben nuestra geografía da cuenta de ello. No podemos entender la labor del Lautaro, sin referirnos a ese ejercicio de tatuar la piel del desierto, la cordillera y el puerto, que realizaron esos primeros hombres y mujeres que habitaron este bello como misterioso paisaje. Desde las oraciones de piedra puestas sigilosa y estratégicamente sobre los cerros, hasta las hojas mimeografiadas que en los años 70 rayábamos, hasta las impecables impresiones de hoy, sirven para hablar de nosotros mismos. Porque no hay nadie más certero para hablar de nosotros, que nosotros.
El azar ha puesto sobre mi escritorio una foto del Huracán. Un club deportivo de El Morro. Ahí veo como siempre se ven, mitad niños, mitad hombres grandes. A Oscar Ossandón, Horacio Olivera, Arnold Yon, Andrés Véliz, Oscar Varela, José Fernández, Yerko Glasinovic, Lalo Briones, y por supuesto a Lautaro Núñez, “Lautarín”, esos locos que empezaron siendo arqueólogos, antes que esta ciencia se profesionalizara, con radio carbonos y todas esas tecnologías que no alcanzo a comprender.
Pocas veces un premio nacional ha sido tan justo como éste. Lejos de la envidia que el Premio Nacional de Literatura ha generado (de ganarlo Hernán Rivera Letelier, seríamos aún más insoportables en eso de la identidad cultural) sin aún conocerse el resultado, lo que demuestra que gane quien lo gane , igual será cuestionado. Este no es el caso. Lautaro, exhibe no un trabajo, sino una vocación por el norte, que lo ha convertido en un referente a la hora de comentar la historia que empezó hace catorce mil años. “Ha visibilizado el norte” argumentó la santiaguina ministra de Educación.
Los iquiqueños de todos los barrios, y en especial los morrinos, los piqueños, los quismeños, debemos sentirnos tan orgullosos como lo estamos del Tani, de Arturo Godoy y de don Ariel. Tenemos un nuevo campeón de Chile. Más contento aún, debe estar, desde nos observa, es decir de todo el norte que el Lautaro ha estudiado, Freddy Taberna, a quien su amigo le dedicó el hermoso libro “Avísale Freddy”. Me imagino como estará el Advis, el Pato.
Esperamos en el viejo Wagón, al calor de una botella de vino, cortarle la cola a esos 12 millones 687 mil 832 pesos, y celebrar este Premio como Dios manda. El pelao Gavilán, pone el resto. Salud Lauta.