La aparición del formato video democratizó de alguna manera el acceso al mundo del cine. En los años 80, y gracias a la Zofri, se masificó el uso de este dispositivo. En esta década se produce, o quizás antes, uno de los buenos documentales sobre el mundo de los aymaras del norte grande de Chile. “El carnaval de Isluga” de José González Enei, significó un aporte que aún no terminamos de valorar y menos de evaluar. Sin ningún apoyo del Estado y menos de los privados, este fotógrafo iquiqueño nos legó un buen documento etnográfico en la que la mano de su autor, un artista sin duda alguna, es evidente. La imagen de un aymara con una radio cassette escuchando a Serrat interpretando un poema de Miguel Hernández, es francamente impresionante. Los iquiqueños le debemos mucho a nuestro querido Pepe.
Desde la capital nos llegaban videos en formato Beta producido por el Ictus. Se registraban los profundos cambios que empezaban a ocurrir en el país. Realizado casi en la clandestinidad daban cuenta de las violaciones a los derechos humanos, entre otros asuntos. Juntarse a ver estas cintas era casi un acto de resistencia. Movilizar el equipo betamax y el televisor era ya una epopeya. Allí en los salones del Centro de Investigación de la Realidad del Norte, en el Obispado por calle Bolívar, vimos festivales de documentales, argumentales y de los otros. “El 18 de los García”, “Carrete de Verano”, además de cine boliviano en la obra de Jorge Sanjinés, entre otros.
Juntarse era un acto político. Salir de casa a la calle era rearticular de algún modo la confianza perdida. Ver estos videos hacía recobrar la fe en otro Chile. Los realizadores de esa época ven en esta duras condiciones, una escuela, una pedagogía.
Gracias a la popularización del video, todos nos convertimos en potenciales hacedores de documentales. La simple grabación de un matrimonio, bautizo u obtención de un grado académico, licenciatura o simple egreso de escuela, es factible de transformarse en un documento fílmico. La diferencia está en editar. Pero ese es otro cuento.
En la década de los años 80, un grupo de holandeses graba el documental “Y es nuestra” con música de Illapu. Es la historia de los habitantes de Lirima por no perder sus aguas. Vale la pena ver este material para así entender que la historia comenzó hace mucho rato.
La gracia, otra más de la masificación de los videos, es que ahora los propios aymaras o quechuas, pueden registrar sus actividades. Que mejor que ellos, que poseen la mirada desde dentro para mostrarnos la riqueza y complejidad de su cultura. La tecnología nos brindará la oportunidad de tener una gran cantidad de imágenes para heredársela a los que nos siguen. Registrar y socializar esas imágenes es otro cuento.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 30 de mayo de 2010. Página A- 12