Tengo en mis manos un ejemplar de la revista “Pluma y Lápiz”. Es una publicación sencilla, en blanco y negro. Y no podría ser de otro modo. Es del año 1900. Reviso el número 142, editado en Santiago el 6 de septiembre del 1903. En la página 6 y 7 hay una crónica que lleva por nombre “En la pampa tarapaqueña” y se refiere, en especial, a la Oficina Alianza.
Sobre esta se dice: “La salitrera ‘Alianza’, la más grande que existe actualmente, ocupa, como ya lo hemos dicho (es la continuación de una crónica editada anteriormente), 800 operarios (cuyo jornal fluctúa, término medio, entre $3.50 i $10). Con las familias de éstos i de algunos empleados forma una verdadera población de tres mil almas, cuyo aspecto es casi pintoresco debido a sus numerosos, variados i algunos hasta elegantes edificios, pues cada sección tiene el suyo propio”.
Con respecto a la acción del gobierno y en lo que dice relación a la educación, en la citada revista se dice: “… el gobierno se ha dignado establecer en ella dos escuelas: una de hombres con asistencia media de 50 alumnos i otra de niñas con una asistencia de 40 alumnas i una guarnición de seis soldados, de la Policía de Iquique, al mandado de un inspector, guarnición remunerada en parte por la misma oficina”. Sobre el lugar donde funcionaba el autor de la crónica dice: “son cedidos benévolamente a la insaciable avaricia de nuestro Gobierno”.
Miguel Morelle Almarza es el autor de esta crónica y es también el representante de la revista “Pluma y Lápiz”. Después de haber descrito con lujo y detalles la vida de los trabajadores, sus jornales, horarios, etc, dice: “Causa verdadera indignación i es un triste sarcasmo que, en la provincia más rica i donde la vida es mas cara que en ninguna otra de Chile, i, sobre todo, en una salitrera donde muchachos de ocho a diez años ganan de 2.50 hasta 3 pesos diarios, los empleados públicos ganen igual sueldo que éstos, lo que significa tener a aquellos a ración de hambre”.
Estos relatos se apegan a la realidad. El cronista no hace más que dejar constancia, lo que la Comisión Parlamentaria años más tarde confirmaría. El movimiento obrero ya empieza a dar muestras de impaciencia. La literatura proletaria también se haría cargo de denunciar las pésimas condiciones de vida de hombres, mujeres y niños. De allí que no sea casual, que en Iquique, el mismo año en que se publica esta crónica (estamos hablando del 1903) se edite la novela “Tarapacá” de Juanito Zola, que cuestiona al Estado, la Iglesia y a los salitreros.
Alianza es un ejemplo más de lo que ocurre en la vasta pampa de Tarapacá. Al finalizar su relato, Morelle escribe: “No nos estenderemos por el momento en otras consideraciones porque aun no ha llegado la oportunidad de increpar la conducta de nuestro Gobierno en ésta i otras faces de los detestables servicios públicos de Tarapacá”.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 25 de mayo de 2003