Con respeto a la matanza en la escuela Santa María, cabría realizar una periodización. Un antes y después de los cien años. Su punto central lo constituyó la conmemoración ocurrida el 2007.
Sobre el centenario pareciera que hay una sola voz. Y no es precisamente de orgullo. Para muchos y me incluyo, fue un desastre. Un hecho de esa naturaleza, vino a demostrar a cien años de ese 21 de diciembre de 1907, que el olvido se ha encargado de sepultar la sangre de esos hombres, de esas mujeres y de los niños y niñas que allí cayeron.
A dos años del Centenario, el olvido y la mala memoria campean por el imaginario popular de la región. Y es que los cuadros populares encargados de mantener el recuerdo, ya no están; los partidos políticos llamados de izquierda o progresistas, viven una crisis que no les da para tributar el pasado, que por mucho tiempo los iluminó. Lo mismo sucede con las organizaciones de los trabajadores y de los estudiantes.
El olvido y la memoria hay que explicarlo a la luz de los profundos cambios que vive la región de Tarapacá. La conducta electoral de los tarapaqueños que tradicionalmente fue de izquierda, con la excepción de Pica que siempre o casi siempre fue conservador y alessandrista, se ha corrido hacia la derecha. En las últimas elecciones presidenciales, Lagos y Bachelet, han perdido. Lo mismo le sucedió a Frei. Tarapacá es hoy una región de derecha. La votación que obtuvo Piñera en la zona rural es evidentemente alta. Lo anterior sirve para entender porque un hecho como la Santa María, haya quedado casi sepultado en el olvido. Tarapacá ya no es la caja de resonancia de las demandas de un mundo de izquierda.
La conmemoración sólo radica en el mundo intelectual, académicos y escritores siguen empeñado en que este hecho no sea sepultado en la fosa común del olvido. La novela de Hernán Rivera, “Santa María de las flores negra, la reedición de la obra de Pedro Bravo Elizondo, son buenos intentos por preservar la memoria. La puesta en circulación de novelas como “Revuelta en la pampa salitrera” de T. Plivier y de “Tarapacá” de Juanito Zola, ayudan al rescate de la historia de las otras voces. Esta es una senda que hay seguir caminando.
El estado actual de la escuela Santa María, y de su monolito, expresan el descuido por la historia de los más pobres. Ojalá que el Bicentenario y sus celebraciones recuerde también a quienes hicieron posible el desarrollo de la idea de Chile. El rompe olas para Playa Brava es una buena iniciativa, pero no hay que olvidar que Santa María y todo lo que ello implica, nos funda como región, y por lo mismo le debemos mucho. El olvido es mal consejero.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 27 de diciembre de 2009.