Victoria y Félix Reales.

Victoria narrado por Félix Reales Vilca, constituye un documento que según él, ha de constituirse en un excelente documento para los arqueólogos del futuro. Y esto no es una exageración. El autor, ha  trazado un cuadro costumbrista de una Victoria que cerró sus puertas, por decisiones que la gente aún no termina, ni terminará de entender. Personajes, anécdotas, lugares y emociones transitan por estas páginas llenas de rabia y de candor a la vez. La ubicación de Reales como narrador, no puede ser más privilegiada. Hijo de Victoria, no teme al compromiso con su pueblo, por lo mismo que no posee ningún trauma teórico, que le impida el afecto directo y sin ambages.

En épocas de globalización económica y de neo-liberalismo como piedra angular de una filosofía, por definición,  transitoria, Reales, asume la revalorización de lo local, de lo propio que estalla en Victoria con la camanchaca o con la música tropical en época de carnaval.

La modernidad en Victoria, que llega a través del ferrocarril o de la botica, trasunta un esquivo progreso que iba a truncarse en octubre del 79. No todos los pueblos que cuentan con ferrocarril, como se creía antes, estaban condenados al futuro. Victoria hubo que pagar el precio de un modelo económico que segrega la historia.

Pero, el cierre de la Oficina Victoria no significó el fin de los victorianos. Estos, llegados a Iquique que para muchos “era grande como un salar”, desarrollaron nuevas lealtades, pero sin perder de vista, que su plaza, Viña del Mar, era lejos, más bonita que la Plaza Prat. Barrios populares de Iquique, se formaron bajo el alero de estos pampinos emigrados por obligación. Población Victoria, Plan Costero, Esavi y Caliche 1, concentran a los hijos del salitre.  En ellos, es posible observar, bajo las ya no tan cálidas noches iquiqueñas, el susurro de la camanchaca que envuelve la retórica cargada a la nostalgia de los victorianos. Se trafica con los nombres y las anécdotas y se cultiva el preciado refrán del “todo tiempo pasado fue mejor”.

Definidos ante el otro como iquiqueños, pronto,  cuando la confianza se arrima, declaran su identidad más profunda. El ser iquiqueño, esconde otra identidad, el ser victoriano. Pero, en ambas no hay contradicciones. Al contrario, se complementan.

En Victoria, triunfó el modelo neo-liberal. Eso ya lo dije. Pero en repetir no hay engaño. De allí que sea bueno recordar a  ese militar, Santiago Polanco Nuño, que al escribir, el himno a este pueblo, cantó: “No dejemos que el sol de la pampa/ nos impida el esfuerzo mostrar/ ni en las noches los hielos de invierno/ hagan mella en nuestra voluntad/ somos rotos chilenos del norte/ somos gente sencilla y leal/ que en la plena aridez del desierto/ por la patria sabemos luchar”. No fue el sol ni las noches heladas, fueron, los hombres que vestidos de invierno, en plena primavera, clausuraron el destino de Victoria.

Y antes de terminar, un recuerdo, que de la mano de Norton Flores y Walter Chamaca, se nos hace realidad. Aquella canción llamada “Justicia” y que ganó el Primer Lugar en el Festival Folklórico del Salitre. María Elena 1972.

Calma pampino,
justicia va a llegar,
pronto la tierra tuya ha de ser.

De tu sonrisa el niño ha de aprender,
es dueño de este querer,
nuestro querer,
querer del pueblo total,
vamos a ver,
la patria nueva a esperar (bis).

Iquique, Septiembre de 1996