Los que saben de fútbol, que son muchos, dicen que la selección de Iquique que se coronó campeón de Chile, en Temuco, el año 1955 fue la mejor que ha habido en toda la historia del balompié local. Y tienen razón. Habían dos arqueros de lujo, el “Mono” Sola y Manuel Astorga. Oscar Benimelis que se ganó el apodo del “León del Bajo”, el “Chute” Cavieres entre tantos otros. Y había un puntero que se había criado en el Iquitados y que según algunos, también habría jugado por el Maestranza. En el team del Longino atacaba por las puntas con Quevedo. Hablo de Pacífico López Medrano.
Este primero de mayo recién pasado, no puedo eludir a la muerte. Por más que le hizo musarañas, cachañas y todo tipo de esquives corporales, don Pacífico, y como su nombre de pila lo indica, sin resistencia, se entregó a la parca. La garra que hiciera gala en la cancha del Iquitados, en la del estadio Municipal y en la del Bajo, en Temuco ya no le alcanzó para driblear a la puntual y mala agestada muerte.
Fue como todo hombre del pueblo, religioso. Era cargador de la virgen de La Tirana, pampino y campeón de Chile. Cumplía con las tres condiciones que deben tener aquellos que por derecho propio, se le debe cantar el himno a Iquique en las puertas del camposanto. Y era además ferroviario. Y no cualquiera. Era carruncho. En otras palabras, de aquellos que domesticaban la pampa a fuerza de tender las líneas férreas para que el Longino, con su pesado vientre, fueran engullendo kilómetros. En términos formales trabajaba en la sección Vía y Obras.
Pacífico López Medrano nació en la Oficina Prosperidad, el 5 de julio de 1929. Cumpliendo su voluntad, su último amigo el “Perro” Mancilla lo enterró en Huara, al lado de su madre. Cualquiera podría pensar que el adiós a don Pacífico estuvo colmado de amigos y autoridades. Nada de eso. Los primeros siempre están. Los segundos no tienen la memoria ni las ganas de acompañar a una gloria de nuestro campeonismo. Se olvidan de un campeón, me dice el “Perrito”, con un dejo de rabia y de tristeza.
Miro una foto en el aeropuerto de Cavancha cuando los campeones del año 1955 llegan a la ciudad. La gente que los va a recibir invade la pequeña pista. Los iquiqueños están literalmente arriba del avión agasajando a quienes en tierras extraña -llovía en el partido final- supieron continuar la tradición iniciada el año 1930, cuando Iquique con Julio Vernal y la “Chancha” Avilés, entre otros, inscriben al puerto de la siete letras como campeones de Chile.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 15 de mayo de 2005, página A-9