Hay huellas de la estadía del poeta Gonzalo Rojas en nuestra ciudad. Pero no teníamos mayores referencias Circuló por mucho tiempo el rumor que el gran Enrico Caruso había estado en este puerto. Eso es algo que no ha podido ser probado.  Los viejos futboleros, afirman que el Real Madrid alguna estuvo en las “polvorientas canchas” para usar la expresión de Raúl Duarte. Hay una disputa por la memoria en torno a la visita de Estudiantes de la Plata al viejo Estadio Municipal. Los que trabajamos con la memoria, debemos estar a resguardo. Y una forma es la de buscar algún tipo de documento que avale lo que se afirme. La prensa,  como El Tarapacá, ayuda mucho a esta labor.

En el caso del poeta nacido en Lebu en 1917 y muerto este año, es lo contrario. El mismo se encarga de recordar su paso por la ciudad. Y nada menos que evoca a Iquique en su discurso cuando recibe el premio Cervantes de Literatura, en España, el año 2003. Habla de Iquique, en la Universidad de Alcalá de Henares. Dice:

“Me remonto a mi mocedad, a esos 17 años que andarán siempre en nosotros, me remonto a mi mocedad con epicentro en la biblioteca de la calle Vivar en Iquique, naturalmente Ruy Díaz de Vivar. En ese Iquique que vino a ser algo así como mi primer exilio, o más bien mi intraexilio en los bordes del Perú. Ahí me veo leyendo todavía sin parar la colección entera Rivadeneira, donde también Darío aprendió a leer a España en profundidad. Ahí debemos andar todavía entre los altos anaqueles, naciéndonos los unos de los otros…”. El poeta, a lo mejor en broma,  confunde al Vivar del Cid Campeador por el militar de la Guerra del Pacífico.

Por esa época andaba por acá Carlos León, garabateando, a lo mejor, su cuento largo o novela corta “Todavía” ambientada en el Morro. El periodista Mauricio Villafaña en pasó el dato del discurso y le agregó una nota “Una patita del Cervantes está en Iquique”. ¿Dónde estuvo el poeta? ¿Quiénes eran sus amigos iquiqueños?

Debe haber sido el año 1934. Entonces en Tarapacá con Vívar a un costado de la Municipalidad, donde hoy está una multi-tienda, estaba la biblioteca Cervantes. Casi en la esquina, con unos grandes ventanales que dejaba entrar el sol. Un piso de madera, que crujía cada vez que alguien entraba. Sus anaqueles eran viejos y olía, la biblioteca a libros viejos. Siendo estudiante de Sociología, encontraba texto de Spencer en la que desarrollaba su teoría de la evolución. Una biblioteca en pleno centro de la ciudad y abierta todo el año. Algo impensable en la ciudad de hoy y sobre todo en su centro antiguo.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 8 de mayo de 2011, página A-9