El refranero popular tiene sentencias claramente tajantes. Una de ellas afirma: “A buey viejo, pasto joven”. Con ello dice que al hombre viejo le llama la atención la mujer joven. De allí tal vez que la canción “Caballo viejo” sea tan certera y a la vez tan hermosa. “Quererse no tiene horario, ni fecha en el calendario, cuando las ganas se juntan”. Esta es una estrofa de la conocida canción de Simón Díaz. Tiene versiones en cumbia, merengue, salsa, “música chicha” y ahora bajo el nombre de “Bamboleo”, un grupo llamado The Gipsy King la hizo famosa y la llevó al video-clip. (A mi juicio la mejor interpretación es la del dúo uruguayo Los Olimareños, y en sentido inverso la del oportunista Julio Iglesias).
Caballo viejo u hombre viejo, esa raíz del pensamiento mitológico siempre vigente que nos lleva a compararnos con los animales, no es más que la historia de un hombre adulto que se enamora de una mujer joven.
Como en todas las historias de amor, es esta canción, la búsqueda del amor es tal, tan enfática que como dice el tema “no la paran falsas riendas” (léase convencionalismos y otros controles sociales como el qué dirán).
Hurgar en las canciones populares es hurgar un poco en la vida cotidiana, que es la vida a la que nos debemos todos los días. En este sentido, es altamente instructivo el texto del sociólogo del Crear, Juan Podestá quien hace un análisis de las letras de boleros y valses. A veces, como conclusión, se conoce más a los pueblos cantando , riendo o llorando que en sus actos llamados racionales.
Simón Díaz, el poeta, el compositor, finaliza su canción con una frase certera y dramática a la vez: “el potro (el hombre joven) le da tiempo al tiempo porque le sobra la edad, Caballo Viejo no puede perder la flor que le dan porque después de esta vida no hay otra oportunidad”.
Caballo viejo, es una certeza y un drama (en el sentido que importa mucho) que vemos día a día. Es una imagen, un espejo ni roto ni trizado. Cada uno de nosotros llevamos dentro un corcel añoso que trotará lento, siempre y cuando esa potranca que nos aguarda en cada esquina nos haga el guiño que nos lleva a correr por las sábanas de la vida.
Publicado en el Pampino, el 24 de diciembre de 1989.