La prensa escrita necesita personas fundamentales para realizar su labor. Director, editores, periodistas, secretarias, chóferes, etc. Pero no hay prensa, sin ese sujeto que está en todas: el gráfico. En nuestra ciudad y desde hace 30 años, el Negro Villalobos ha sabido ejerce ese rol. Se desplaza sigilosamente, en el sitio del suceso, pero todo el mundo sabe que está ahí. Una ley no escrita, pero eficiente afirma que nada empieza hasta que él no llegue.

Es testigo y hacedor de noticias. Sus fotos no son neutras. Ninguna lo son. Rápido como vaquero del viejo oeste, se las arregla para dar con el ángulo preciso. Posee el olfato del puma en busca de la cría de la alpaca. Tiene el don de la ubicuidad: sabe estar y llegar a la hora precisa.

“El Tarapacá” tuvo sus gráficos por excelencia. El más reciente en la memoria fue Pizarrito. Tuvo la mala suerte de que la calidad de impresión no fuera de las mejores. “El Manchón” se le decía. Bajo las fotos, borrosas, se leía: “En el grabado se puede apreciar”. Al negro Villalobos lo acompaña la tecnologíaa. Pasó del papel a la digital.

Se le premió por cumplir treinta años de labor en La Estrella de Iquique. En su discurso dijo que le ha tocado ver de todo: miserias y grandezas, ascender y descender a Deportes Iquique. Su oficio, es una especie de llave maestra. Todas las puertas se abren cuando llega con su máquina. Es imposible imaginarse al negro sin ese artefacto colgando del cuello. Sin ella, es como Adán.

Pienso no sólo en las fotos que ha publicado, sino en aquellas que nunca han salido a la luz pública. La memoria fotográfica, es una especie de disco duro, el inconciente de una ciudad pecadora como la nuestra. Y el Negro, conoce las calles de día que en la noche, asumen otra dimensión. Igual que el cerro Santa Lucía/ tan culpable de noche/ tan inocente de día, como escribió Nicolás Guillén.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 8 de diciembre de 2013, página 22