No hubo mejor día ni mejor hora que la que eligió Ramón Estay Saavedra, para irse a otros estadios. Un domingo y por la tarde, casi con la siesta y a sabiendas que Deportes Iquique, en un aburrido, pero efectivo marcador, se merendaba a Ñublense, se mandó a cambiar. La barra, apenas supo de la triste noticia, empezó a corear su nombre. El mejor de todos, en la cancha, en la casa y en la calle, dejaba tarea para la esquiva y a veces ingrata memoria. Ramón, tuvo la habilidad de explicarme, mientras esperamos la micro, en que consiste la función del doble 6.
Cavanchino hasta la médula, lo que no es una exageración, dirigió al mejor Iquique de los últimos cuarenta años. Ganó el 79 el derecho de jugar en primera, y una vez instalado con los grandes, en el campeonato Polla Gol, venció, en semifinales a la Universidad de Chile, y en la final, a Colo-Colo. La revista Estadio, se rendía ante este cuadro, quizás el último que bebía de las aguas de Vernal, Zuzulich, Sola, Montecinos, por sólo nombrar a cuatro grandes arqueros del Iquique amateur. Fue entre-ala del Audax Italiano en el profesionalismo, y como DT mostró su cualidades en Lima y en Quito. Pero siempre regresó al puerto que amarra como ninguno.
Tenemos el archivo de una entrevista que le hicimos en la serie de TV «Iquiqueños arriba la frente», en la que nos cuenta sus sueños y una que otra frustración. La humildad con la que se vestía explica el tremendo carisma que tuvo. Su nombre siempre se barajaba cuando se trataba de salvar a Deportes Iquique. Ramón congregaba y sumaba. Manejaba el camarín con la sutileza de un artista y ejercía la autoridad por la convicción. El Deportes Iquique de los 80, que tanto se extraña, fue lo que fue, porque aparte de tener a los once en cancha, tuvo en la banca a uno que los conocía desde las polvorientas canchas como solía decir Raúl Duarte.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 10 de noviembre de 2013, página 22