Los iquiqueños aprendimos a pronunciar la palabra fallo no porque La Haya nos fuera familiar. Lo aprendimos de las conversaciones de los viejos en las esquinas cuando comentaban los resultados de las veladas del boxeo del fin de semana. Luego más grande, cuando nos dejaban asomarnos a la Casa del Deportista, y el desenlace del combate no era por la vía rápida, el señor con humita, alargando las vocales de las palabras exclamaba ante el silencio del respetable público: “En fallo dividido…”. Lo que venía continuación es lo que viene luego de todo fallo: comentarios, rechiflas, indignación, etc. El camino a casa temperaba los ánimos.
A fines de la década de los años 20 llega a Iquique un peruano que se hace pasar por panameño. Se autobautiza como Alex Rely y empieza a boxear en esta ciudad. La fiebre anti-peruana lo había obligado a camuflar su nacionalidad. Sale campeón de Chile y de sudamérica. “La estatua de bronce” así le decían a este negro peloduro, es el antecedente de esos boxeadores peruanos que se hicieron iquiqueños como el que más: Alberto Realpe y Antonio Valdelomar. Este último funda después el Alianza Lima, replicando un pedazo de su barrio limeño en Iquique. Muchas de estas historias están en el libro de Sergio González y Daniel Parodi, “Chile y Perú, las historias que no unen”, editado por la Unap.
La matanza del 21 de diciembre de 1907 es otro ejemplo de la interacción entre los países hermanos. Peruanos y bolivianos desoyeron las órdenes de sus cónsules y se sacrificaron con sus hermanos de clases. La música y la gastronomía también nos unen. El boliviano Gilberto Rojas escribe el vals Iquique y Lucho Barrios, el peruano lo canta como si fuera iquiqueño. Juan Cueto en el Mercado Municipal nos enseña con su humildad el oficio de la integración. La fiesta de La Tirana no es más que la revitalización simbólica de un espacio andino que no reconoce fronteras.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 26 de enero de 2014, página 22