Un buen libro siempre es un buen regalo, sobre todo si son novelas, cuentos, ensayos y poesía. A mi me gustan más los de crónicas o como Umbral, los llama, de columnas.

Carlos Monsiváis se mueve con soltura entre el ensayo y la crónica. Escribe de Cantinflas con la misma frescura con la que habla de Siqueiros o Novo, el poeta. Francisco Umbral interpela a los españoles con un lenguaje desenfadado pero hermoso. Autor de frases célebres como «Madrid es un género literario», nos otorga potente imágenes de la vida. Me regalan un libro de Jorge Ibargüengoitia, cronista mexicano al igual que Monsiváis, amante de los detalles que fundan, en definitiva, la vida cotidiana. Son como debe ser las crónicas, en primera persona. «Las mejores conferencias son las que no se dictan», dice con cierto desparpajo.

Iquique tiene una trayectoria inmensa de cronistas. Desafortunadamente esos escritos duermen en la prensa como «El Tarapacá» y «Cavancha», por solo nombrar dos. La figura de Osvaldo Guerra, destaca entre esos muchos. Otros dejaron hermosas imágenes de la ciudad, pero sólo firmaron con una letra, como «L», por ejemplo.  Lamentablemente parece que este género es masculino. O al menos, así aparece en la prensa. El año 1943, Carmen Kunstmann Hameau, escribe una interesante columna que lleva por nombre «Iquique también tiene vereda tropical». Una joya que duerme en la Hemeroteca Municipal.  La masculinización de la crónica en Iquique, es algo que hay que corregir.

Joaquín Edwards Bello, es el más destacado de este género en Chile. Las crónicas de Pedro Lemebel, Marcelo Mellado, entre otros, hablan de la frescura de este género, que lamentablemente, si es publicado en la prensa, se convierten en flor de un día. O en el mejor de los casos, en  papel de envolver.

Por lo mismo los libros de crónicas intentan rescatar las columnas olvidadas en los viejos periódicos. No hay nada mejor que recibir libros de regalos.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 13 de octubre de 2013, página ???