El presidente boliviano Evo Morales despierta simpatía entre los aymaras del norte grande de Chile. Por fin, un indígena asume el poder en un país de mayoría de aymaras, quechuas, guaraníes, etc. Sin embargo, esta simpatía sólo radica en la elite indígena de la región de Tarapacá; aquella que habita en la Corporación de Desarrollo Indígena (CONADI), o en aquellos radicalizados de estudiantes que enarbolan la bandera del Tawantinsuyu, o bien en algunos dirigentes que profesan una ideología indigenista. Algunos de ellos fueron invitados a la investidura del indígena que invoca a Tupac Katari y al Che, a la Pachamama y a Dios.
De hecho el comportamiento electoral de los aymaras del norte grande habla de un conservadurismo que no tiene nada que ver con las propuestas de Evo Morales. Desde los años 80, éstos han tenido una cercanía a la derecha que se expresa en el apoyo que le brindaron a Pinochet en el plebiscito del 89. En las elecciones de enero del 2006, en la segunda vuelta, en la comuna de Colchane, cerca del 80% apoyaron al candidato de la derecha Sebastián Piñera. Los aymaras que habitan en la comuna que comprenden los poblados de Cariquima e Isluga desde la llegada de la democracia han apostado por candidatos de la derecha.
¿Cómo explicar esto?
Me inclino a pensar que la gran concentración de evangélicos en la comuna de Colchane, cerca del 50%, ayude a explicar ese notorio y sistemático conservadurismo de los indígenas del norte de Chile. Se trata de un grupo religioso adscrito a la Iglesia Evangélica Pentecostal, una de las dos más grandes de Chile, junto a la Iglesia Metodista Pentecostal. Desde el año 1960 han incursionado en la zona con un discurso religioso que cuestiona fuertemente la estructura tradicional tanto del catolicismo que se expresa en las fiestas patronales, como en las llamadas “costumbres”: el culto a la Pachamama. Una iglesia que moviliza el recurso de la lucha contra el paganismo para captar adherentes, pero que a nivel de la estructura simbólica que porta –sobre todo en aspectos de la salud- muestra un extraordinario parecido en la forma como los aymaras resuelven el tema de la salud y la enfermedad.
Es una iglesia que además conecta muy bien con el interés del Estado Nacional centralista que reclama una mayor chilenización en la zona. Chilenización que vehiculizada por la escuela trata de desmantelar la estructura andina de la comunidad. Es por ello que el discurso religioso evangélico, anti-andino, coincida con el discurso del estado que también lo es, aunque en esta última década, muestre signos de moderación. Estamos hablando de una zona con fronteras abiertas, por las características topográficas, con Bolivia. Una zona que según la geopolítica de Pinochet debería estar súper vigilada. Y que mejor que los propios aymaras, pero chilenizados.
Todo ello en el marco de un profundo proceso de crisis de la comunidad por los hechos ya señalados. Hasta tal grado que ya es posible hablar de que no existe la comunidad tal como fue descrita por los antropólogos en décadas pasadas, sin una estructura de liderazgo político claro, minado por la autoridad ahora de la iglesia pentecostal o por la de la junta de vecinos. Y con una fuerte migración hacia la ciudad. En este esquema de individualismo, apatía y desorden normativo, se explica el porque del éxito de esta iglesia. A ello, hay que sumarle, la auto-definición que Piñera hace de si mismo en términos religiosos: humanista cristiano.
Es, además una Iglesia, a diferencia de otras denominaciones del mismo tipo, que ostenta un fuerte grado de apoliticismo que termina por inclinarla a la derecha. Algo parecido sucede en la otra zona donde Piñera alcanzó una alta votación, la zona de la Araucanía.
La puesta en escena con la que Evo Morales asume el poder, cargada de elementos tradicionales, pidiendo la protección de los dioses andinos, usando los símbolos de la misma, ubicando en la historia política en la misma importancia a Tomás Katari con el Che Guevara, a la Pachamama con Dios, les debe resultar a los aymaras del norte grande de Chile, por lo menos sospechoso. Los otros elementos les son familiares, pastor, vendedor informal, trompetista y dirigente de un club de fútbol. Pero, en el fondo para los aymaras chilenos, Evo Morales, representa un híbrido que les resulta desconocido.