Cuando el mundo era chico y no necesariamente ajeno, las fronteras de este puerto cosmopolita con aire de caleta en crisis, terminaban por el este,  en los Zigzag, por el norte en Punta  Negra, por el sur en Primeras Piedras y por el este, en ese mar azul cuyo vientre estaba lleno de jureles y cojinovas. Más allá la vida era un misterio que sólo unos pocos tenían la  posibilidad de conocer.

Entonces la palabra vacaciones no se conocía. Y si  lo era estaba referida al fin de la temporada de clases. Si era en invierno (si es que hubo esa estación en estas tierras) la  fiesta de la Tirana era el evento. Lo demás eran las tardes de cine y esas composiciones eterna que había que transcribir, del silabario,  para mejorar la letra.

En verano, las vacaciones eran con mayúsculas y con traje de baño y nada más. Y a veces ese nada más, era la inmensa cámara para capear olas o bien para internarse un poco más allá de la balsa.  A nadie se le ocurriría irse a otro lugar. Y es que aparte de la dimensión económica del tema, nadie en sus sano juicio, podría imaginar otro lugar mejor que la playa. Las vacaciones eran en Iquique y eso no se discutía. Vacaciones no era sinónimo de viajar.

Le debemos al capitalismo, el haber inventado el turismo como una mercancía más. El turismo nos hace sentir encerrado en nuestros hogares habiendo todo un mundo que descubrir. La cosa es simple: “Como es posible que siga enclaustrado en su ciudad, si tiene todo el mundo a su alcance y sólo a 36 cuotas de…”. Mover poblaciones de un lugar a otro, mostrarle o jugar a mostrarle que en ese lugar estará mejor que si  se queda aquí. Hacernos sentir que en siete días y seis noches nuestras vidas pueden cambiar si compramos ese o este otro  paquete.

El turismo es el sueño posible de hacerse realidad. Pero es siempre una posibilidad. Lo posible jamás se hará realidad. Y en ese eterno imposible el turismo juega todas sus cartas. Sentirse como Marco Polo, es el sueño de todo turista. Ofertar cada vez lugares más exóticos constituye el gran desafío de aquellos que venden viajes.

Viajar es el nuevo tópico de nuestra sociedad, es la nueva sensación que la modernidad instala en la subjetividad de cada uno. El nuevo nomadismo se expresa en el  avión, en los millajes acumulados y en los cientos de fotografías con la que se pretende capturar el paisaje por el que se paseó.  El viaje, sin embargo, no termina. Una vez arribado a la ciudad de origen, continúa en las conversaciones, en las ceremonias donde se exhiben las diapositivas o equivalentes. En fin. Vacaciones eran en los tiempos de la caleta en crisis, caminar a la playa. Vacaciones en la era de la globalización, es viajar. Las dos “v”, de vacaciones y de viajar, constituyen los puntos centrales de este mundo. No tenemos más remedio, al parecer, que aprender, esa letra del abecedario.

Publicado en La Estrella de Iquique,  el 18 de enero de 2004.