La nostalgia, recorre la piel de esta ciudad que no sabe muy bien lo que desea. A través de la nostalgia, que no es más que añorar lo perdido, se tejen historias de un Iquique que, alguna vez existió, entre los años 30 y 60 del siglo pasado. Una ciudad que campeonaba, que sufría por la crisis del salitre y que, despedía a los que se iban a Santiago, para no volver nunca más. Un aire de tedio y de soledad, se paseaba por sus veredas de maderas. Un incendio, un crimen, una ilustre visita, una bella iquiqueña coronada como reina de la primavera, rompía con la monotonía. Salíamos más en la revista Estadio que en El Mercurio.

Los que se quedaron, diseñaron acciones para superar los duros años post-crisis. Nacieron varios comandos de defensa. Se creyó, en la fábrica de cenizas de soda y, en la venta del cerro Dragón, para que los japoneses hicieran loza fina. Se izaron banderas negras y chilenas, a media asta. Se pensó incluso que en el interior, había petróleo y otras riquezas. Los jóvenes, no tuvieron más chance que ir a estudiar a la capital o, a Concepción. Hubo cinco regimientos y, las tardes de domingo, se llenaban de conscriptos, paseándose por la ciudad, en busca de entretención. Los tres cines, eso sí, ofrecían una cartelera mejor y, más variada que la actual.

Sobre esa ciudad, se ha desarrollado «un echar de menos» que, llama la atención. Una especie de añorar la infancia que se tuvo y, que se perdió, porque evidentemente, crecimos. Pero se vuelve al país de la infancia, cada vez que se puede. Ese Iquique, era la caleta, en la que todos nos conocíamos o, al menos, así lo pensábamos. Una caleta así, produce la nostalgia perfecta. Pero ya lo sabemos:  la caleta y la infancia, son idealizaciones. Hoy, vivimos en una ciudad pretendidamente moderna, pero nos falta algo.  Nos farreamos, la posibilidad de tener la ciudad que perdimos con la actual, en una mezcla que respirara el aire que la caleta tuvo…

 

Publicado en La Estrella de Iquique, el 21 de septiembre de 2014, página 14