Nunca se imaginó Manuel Villalobos que esa tarde de domingo, con el estadio casi lleno, en pleno verano, le tocaría patear ese penal. Y no es que no lo quisiera, y menos que careciera de experiencia. No en vano en el ambiente del fútbol, tan dado a poner sobrenombres, había sido bautizado como Villagol. Una especie de villano del gol, o algo así. Uno nunca sabe el porqué exacto de los apodos.

Faltaban tres minutos para que el árbitro pitara el fin del primer tiempo. Las imágenes son borrosas. No me acuerdo como fue el penal y menos quien lo hizo. Lo cierto es que todo el estadio, se agarró la cabeza y vociferó las típicas groserías de domingo por la tarde…

Le costó al respetable público asumir la falta. Sólo sabemos que Manuel Villalobos tomó la pelota, y la ubicó en los doce pasos.

Antes de empezar el partido, en un pasillo del “Tierra de Campeones” me tercié con Luis Villalobos. Seleccionado iquiqueño de fútbol. Un nueve peligroso. Estuvo junto a Manuel Montecinos en una selección olímpica. De niño lo vi jugar por Norte Unido, en esos campeonatos de baby-fútbol en la plaza Arica. Era imbatible. Artillero le dirían hoy. Pero nadie se le ocurrió ponerle Villagol. En ese tiempo los poetas se dedicaban a ocupaciones más trascendentes. La pregunté por su hijo. Y le repetía siempre la misma cuestión: “Ya pues Lucho quien era mejor, tú o tu hijo”. Se sonríe y evade la pregunta. Para los viejos esa pregunta tiene una sola respuesta que se deduce del axioma que dice que el fútbol de antes era mejor. Saque sus conclusiones el lector.

Venía a ver a su hijo que defendía los colores de Huachipato ante su Deporte Iquique. Por eso cuando Manuel tomó la pelota, Luis respiró profundamente y miró a la galería. Años atrás cuando jugaba por la Universidad de Chile, Villagol, nos hizo un gol, el segundo, pero lo celebró de un modo que todos entendimos. Lo hizo apenas. Casi sin ganas. Era que no.

En la galería Pacífico, Luis, se tomaba la manos. Dos de sus amores parecían exigirle una definición. Era su pequeño Manuel, frente al arco. Era su gran Iquique, el objeto del disparo.

Manuel, se paró frente a la pelota. Se puso las manos en jarras. Naranjo estaba en el arco norte. A sus espaldas, y a lo lejos, el barrio donde nació el hijo de Luis Villalobos. Escupió al suelo. Pensó en la virgen del Carmen, en la “china”, en el “Lolo”. Pasaron por su cabeza los miles de goles en las canchas polvorientas de esta ciudad que tiene casi de todo, pero menos lugares donde jugar. Sintió el rumor de la solas que reventaban en Cavancha y en Playa Brava, capear tumbos, cuando niño, era su deporte favorito. Pensó en su Norte-Unido, y en las historias que su padre le contaba; que el “Mono” Sola, que Freddy Wood, que la “Chancha” Avilés”, que en esta tierra todos somos campeones.

Casi como una banda sonora, los silbidos de la gente inundaron el estadio. Los garabatos se sucedían uno a otros, desordenados, garabatos conocidos, otros inventados. Las palmas unas contra las otras, se batían para que obrara un nuevo milagro de la “China”, de la “Kenita”, de San Lorenzo, del “Finao San Martín, en fin.

Tomó distancia y mientras iba corriendo se le sucedían las miles de imágenes de su infancia. Creyó escuchar el himno a Iquique: “Cantemos con el alma estremecida” y la música de La Tirana lo invadió con la Reina del Tamarugal, y su pegajoso “¡Viva ya, Viva ya, Reina del Tamarugal!”. Cerró los ojos y disparó.

La Tv debe tener las imágenes. Naranjo manoteó el balón. El estadio como una sola garganta, una sola palma, un solo sentimiento se alivió. Manuel miró a la Pacífico como queriendo encontrar la mirada de su padre. “No te preocupes Mañungo” creyó escuchar. “Sigue siendo iquiqueño, bajo esa camiseta generosa del sur, late la otra, la que tu padre vistió”.

A la fecha no me he encontrado con su padre. Seguro que le preguntaría casi lo mismo. La pregunta que no le haría es porque se le fue el penal a su hijo. Para que si ya lo sabemos.

Deportes Iquique vs Huachipato, Sábado 25 de febrero de 2012 Gana Iquique por 1 a 0 con gol de Alvaro Ramos