tarapaca

 

Poco se usa el gentilicio tarapaqueños que definía a los que habían nacido en el corazón del Norte Grande. Del pequeño pueblo de Tarapacá, lleno de historia y de mitos, se expandió al resto de este territorio tan cautivante como misterioso.

Los tarapaqueños, además, desafían las fronteras y a la propia historia. Los hay en Perú y en Chile. Quizá el más ilustre de todos fue Guillermo Billinghurst, presidente del Perú, nacido en Arica y con una intensa vida social e intelectual en Iquique. Se comenta que tenía la mejor biblioteca de la región. Pero hay otros más. Los hermanos Advis, Luis y Patricio, sensibles e inteligentes que dejaron sus huellas más allá de sus ausencias. En las hojas de El Tarapacá, viven las columnas de Santiago La Rosa, Osvaldo Guerra, Mario Zolezzi, Luis Díaz Salinas, entre tantos otros. Claudio Lucero, aprendió el arte de escalar montañas en Tarapacá y de allí se fue al Everest y espera que lo declaren Hijo Ilustre de esta ciudad con amnesia. Pedro Bravo Elizondo hurga en nuestra historia cultural y política.

La poesía nos entregó a Oscar Hahn y antes a la María Monvel, cuyo desplante aun nos provoca. Y subrayar al Tani y a Godoy, emblemas universales de un deporte que nos marcó a fuego lento. Gilberto Rojas y Santiago Polanco nos dotaron de un vals y de un himno que aun nos convoca. La lista es larga, y usa faldas como la Maruja Pinedo, la pintora y la María Elena Gertner la escritora que parece conversar con Iris di Caro. La Zunilda se nos arraigó en la piel tarapaqueña y nadie mejor que ella para defendernos. Calatambo Albarracín nos tatuó su cachimbo como segunda piel. Los Campuzano, Enrique y Jaime, aunque no son hermanos, nos retratan en sus oficios. Fernando Godoy nos recuerda que el humor es el antìdoto contra la mala suerte.

Tarapacá, es la calle que hay que recorrer de cerro a mar, sobre todo a pie. San Lorenzo que cada día crece más. Tarapacá, la batalla de los mil errores. Tarapacá, el cine de corta vida. Tarapacá, la pesquera y los buses. Las muchachas, animadas por el «h,i, j,k, viva la reina de Tarapacá» y su poeta laureado en búsqueda de su ficticio trono. Tarapacá, en fin, el rótulo, la marca, la ficha marcada de nuestra incontestable identidad.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 12 de julio de 2015, página 15.