STANDEM1

 

El hombre es tan delgado como el día lunes por la mañana, y tan generoso como el viernes por la noche. Se llama Ariel y sus huesos Standen. Se hizo iquiqueño con la fuerza que tienen los conversos de verdad. Es atleta y campeón del mundo. Ha corrido por todo el planeta y lo ha ganado todo o casi todo. Rompe la regla del mito chileno: ser tercero.

Cuando era niño, lo recuerdo vestido de negro, bajo los tres palos de un arco de madera en la Plaza Arica. Era el portero, o mejor dicho el goalkeeper, del Segurito, un equipo de baby football del tiempo de Botafogo, Estibadores Marítimos, Yungay y San Gerardo que animaban las noches de la crisis iquiqueña. Aún el olor a harina de pescado no nos era familiar, pero si las banderas negras y las caravanas que iban de Iquique-Oruro-Iquique. Fue la época en que Gilberto Rojas escribió el vals Iquique, y en la ciudad no había más de cincuenta mil habitantes.

Para entonces Ariel ya había ido a las olimpiadas de Los Ángeles junto a Julio León, otro iquiqueño, de la escuela Centenario que ahora es rector de una universidad en los Estados Unidos. En la revista Estadio apareció una extensa crónica sobre su desempeño. En ese tiempo éramos “Tierra de Campeones”.

Ariel está cansado de tanto homenaje, de tanta palabrería y de tanto galvano. Creo que si le pidieran un deseo, sin más diría: quiero una pista de atletismo, como Dios manda. Es decir, digna, o sea con camarines que brillen por su limpieza, y con jóvenes que pujen por ser atletas como fueron León, González, Peña, Gómez, Alvear y tantos otros. No creo que le guste la idea de volver al pasado. Él sabe que es imposible. Pero lo que es posible, lo tiene muy claro.

En las mañanas trota en Cavancha, desde el Délfico hasta el Balneario. Se saluda con las olas y las gaviotas, con gestos que sólo ellas entienden. Al mediodía se recorre las calles del centro de Iquique, apurado “Avísale”, saludando a quien quiera devolverle el “Avisándole”. Su mejor y más justiciero apodo es “Campeón”. (A esa hora, la del mediodía, los campeones suelen pasearse por la ciudad, tal vez recordando que en la Plaza Prat, fueron recibidos por la multitud).

Iquique le debe un homenaje a don Ariel, pero ya lo dije, no un galvano. El nombre de una calle, o mejor una avenida, por ejemplo. A lo mejor un recinto digno para el atletismo.

¿Qué tal Ilustre Municipalidad de Iquique si remozara como se debe el Estadio Municipal, en vez de venderlo, y lo convierte en una brillante pista de atletismo? Se lo agradecerán no sólo don Ariel, sino que también los miles de jóvenes que algunas veces soñaron con ser como Standen.