Alías Peloduro.

18 de agosto de 1918.

 

Creo que no ha habido más boxeador más aguerrido que Lillo, de la categoría liviano. Aunque es menester declarar que todo el mundo lo conocía por Buccione. El año 44 fue el año de este boxeador iquiqueño que peleó en el Luna Park de Buenos Aires de Argentina. Para ilustrar lo dicho acerca de la fama de este iquiqueño boxeador citamos el siguiente párrafo:

El «curquito» Buccione se está transformando en un hombre más solicitado que un dueño de automóvil. Recientemente le llegó de Venezuela una oferta para actuar por esas latitudes. Tres peleas, con una bolsa total de 1.500 dólares, estada y viaje de ida y vuelta en avión, rezan las condiciones del contrato. Luego, Kotliarenko, que se consagrara como promotor al realizar la pelea Godoy-Lovell, en el Estadio de Carabineros, y que actualmente está haciendo furor en Lima, lo invita también desde la capital del Rimac, para realizar tres peleas, con un premio de 800 soles cada una. Pero, como todos saben, Buccione ha optado para ir al Luna Park de Buenos Aires a enfrentarse con los ases de la categoría en su propia casa (Revista Estadio Nº 66. 24 de Marzo de 1944).

 

Una de las pelas clásicas que hizo Buccione fue frente al peruano Coronado, cuando el iquiqueño recién estaba empezando en el díifícil arte de los puños. Su última pelea la hizo  en julio del 51 con Antonio Selpa.

 

La revista Estadio, escribió

 

Fue a Buenos Aires y se presentó en el Luna Park. Perdió, pero gustó. Y fué así como, en esa temporada, hizo cinco combates seguidos, reñidísimos todos, y, aunque le dieron perdedor las cinco veces, en cada presentación tenía más público y lo aplaudían más. No defraudaba, no mezquinaba su energía; derrochaba bravura. Y el público sabe pagar bien esos alardes.

 

La primera vez que enfrentó al , que lo llevaba en peso, ofreció una de esas peleas que  el público recuerda siempre. Fue una puja soberbia, de dos peleadores que no querían darse cuartel, y aunque el oriental lo superó gracias a sus mejores conocimientos y a que Buccione estaba ya en las postrimerías de su carrera, todos quedaron satisfechos de su actuación, porque supo perder como bueno, peleando hasta el último.

 

Le faltó algo, nunca supe qué. Pero siempre me dejó la impresión de que estaba a punto de ser un astro de relieve excepcional. Y se quedó allí. Llegó demasiado pronto a la madurez pugilística y ahí se estancó. Quedó como un peleador bravo y espectacular, como un auténtico hombre de riña; pero no llegó hasta donde habría llegado al tener ese “algo” que siempre le faltó. A pesar de todo, fué primera figura del box profesional chileno por varias temporadas y se mantuvo en el plano superior pugilístico durante seis buenos años. Cuando en 1946, lo derrotó, tras porfiada lucha, el joven Carlos Rendich, se supo que Buccione había encontrado su sucesor, que de ahí en adelante sus combates interesarían cada vez menos. Venía la declinación fatal de todos los ases del deporte, y en Buccione, hombre de fibra, peleador agresivo y resistente, el descenso fué rápido. Se fueron acumulando las derrotas hasta llegar a esa amarga noche de su revancha con Pilar Bastida. Totalmente descontrolado, mareado y sin saber lo que hacía, Buccione levantó el brazo y abandonó la lucha cuando sólo faltaban pocos segundos para el término del último asalto.

 

Esa mano en alto, pidiendo el cese de las hostilidades, fué el fin, la señal de que la campaña del bravo nortino estaba terminada. Más tarde intentó volver, hizo algunos semifondos; pero ya nada le quedaba por hacer en el boxeo.

 

Más sobre “Peloduro” en:

 

www.bernardoguerrero.cl/deportes/buccione.html

 

Para ver su historial:

 

http://boxrec.com/list_bouts.php?human_id=96813&cat=boxer