Eduardo “Lalo” Cordero Acosta
Jugó por Jorge V. Campeón de Chile, por Iquique, en Linares y Curicó, los años 1941 y 1942.
Seleccionado Chileno
Esto se escribió en la revista Estadio:
Ametralladora
Lalo Cordero, con juego de pases fulminantes, no ha podido encontrar su medio
Si hubiera encontrado «su» equipo no cabe dudas de que estaría señalado como uno de esos valores extraordinarios que se dan de tarde en tarde en el deporte. Si hubiera encontrado media docena de compañeros capaces de recibir sus entregas relampagueantes y seguir el ritmo vertiginoso de su juego, además de no dejarse engañar por sus fintas y movimientos, que son para los adversarios. Siempre ha dado espectáculos el juego del hoy crack porteño para su juego engañador. Finta para un lado y la pelota va para el otro. Acciona como que el pase salga para la derecha y parte hacia la izquierda. Casi no mira, podría decirse que presiente dónde está el compañero bien ubicado; pero el pase ha sido tan veloz y fuerte que la mayoría de las veces no sólo confunde a la defensa sino que sorprende a su propio compañero y la pelota se pierde. Sostiene que la pelota no debe ir donde está el jugador sino dos o tres metros adelante, al hueco, como en el fútbol. Para lograr entendimiento habrían sido necesarios meses y meses, años de entrenamiento intenso. Y tal adiestramiento no lo ha hecho en ninguna parte. Ha sido imposible. ¡Qué de cosas lindas podrán ejecutar media docena de muchachos capaces de meterse en ritmo relámpago!.
Sus pases no son sólo de manos y brazos; a veces, cuando es necesario, los saca con fuerza de los lados de los dedos casi sin mover los brazos y los hombros, que adelantarían la trayectoria a los adversarios. Desde pequeño gustó de esa acción engañosa, desde que comenzó en las canchas del Club Jorge Quinto, de Iquique. Eran tiempos del basquetbol lento, en donde casi se jugaba parado, y entonces las defensas adivinaban las intenciones y les era fácil interceptarlos. Por qué entonces no engañarlas. Insinuar para un lado y que la pelota vaya para el otro. Más, desde el comienzo encontró el tropiezo de que sus pases también engañaban a los compañeros.
«Este gordo juega muy fuerte y muy rápido -reclamaban-. Juégala más despacio.» ¡Pedir eso en un deporte en que la arma mejor es la velocidad! Pero si le sucedió casi siempre. Sólo en contadas ocasiones ha podido encontrar elementos en los cuales sincronizar y de inmediato se ha enhebrado una acción tan veloz que los rivales se han desorientado, las canastas se han llenado de goles y el público se ha puesto de pie para aplaudir pero son contados, sólo de tarde en tarde, en el equipo militar del norte, en la selección porteña, en el Audax, de Valparaíso, y en el seleccionado de Chile. Uno o dos nada más. Lo que pasaría si todos pudieran seguir el ritmo. Seguramente los llamarían fantasmas del cesto.
Una vez realizó un jira por la Serena, con el Audax -hoy juega en el Arabe, de Valparaíso.; y se produjo un hecho poco común en las canchas. Al promediar el segundo tiempo, cumplió cuatro fouls, y la mesa indico su salida, y el público, que llenaba la cancha, lo impidió. Estuvo aplaudiendo y protestando diez minutos, porque no quería que saliera quien era el primera actor del partido, el que los había entusiasmado con una exhibición de pases mágicos. Fue tanta la presión del público, que los dirigentes tuvieron que pedir al árbitro y a la mesa de control que le permitieran seguir jugando, pese a sus cuatros faltas.
Eduardo Cordero Acosta es iquiqueño; en su tierra se formó, pero nunca fue seleccionado de su calidad. El pudo también adquirir prestigio y ser figura de esos teams del norte, que en dos ocasiones conquistaron campeonatos nacionales, junto a Bontá, Wood, Ledesma, Salinas, Juan Gallo, Cruzat y Pancho Cordero, su hermano; mas una serie de circunstancias se opusieron. Ha estado jugando en todos los torneos nacionales desde 1942, con la camiseta de Valparaíso, ciudad en la cual se radicó. Pudo ser seleccionado de Iquique, muy joven, pero tenía una contra física. En ese tiempo lo llamaban «Michelin» o «Chupadito», era muy gordo, y el no salía a la cancha por las burlas. Por eso es que sólo admitió jugar por su club, el Jorge Quinto, en divisiones inferiores, y en primera sólo en aquellas ocasiones en que no había casi nadie en las tribunas. No se quería mostrar, no se quería lucir.
Lo bueno destaca donde esté, puede que tarde, pero llegará el día en que alguien lo señale y lo busque había ido a trabajar por unos cuantos mese a la oficina salitrera de María Elena, y allí había un jugador que era sensación por su juego vistoso, por su habilidad para manejar la pelota por sus pases elegantes: Manuel Acosta; lo llamaban «El Yanqui». Pero sí él hacia lo mismo. Jugaron juntos, y la suerte quiso que se encontraran cumpliendo el Servicio Militar, en el Regimiento Carampangue, de Iquique; allí también fueron milicos Arturo Godoy y Francisco Bahamondes. Cordero y Acosta, maestros en el pase como bólido, y en la finta se entendieron y fueron la fuerza de la selección militar de la Primera División que vino a Santiago, y conquisto el campeonato del Ejército de Chile. En el Servicio Militar había dejado gran parte de su gordura, y se había destapado un jugador que era viva promesa para le basquetbol nacional. Fue aprovechado de inmediato. La Federación acordó en ese año. 1941, renovar su gente y mandar al Sudamericano, a efectuarse en Mendoza, una selección joven. Y allí estuvieron los dos soldados del Norte: Cordero y Acosta, junto a Mosqueira, Mahana,Smith, Ziomi, Jabbaza, Valdivia y tres ya forgueados: Salamovich, Antonio Ferrer y Angel Olmo.
No lo hizo mal ese equipito nuevo, afirmado en la experiencia de Salamovich y Antuco Ferrer, éstos jugaban a la defensa y mandaban a sus delanteros, todas buenas promesas: Mosqueira, Cordero, Acosta, Mahana y Smith. Especialmente los tres primeros. Con todo los equipos, exceptuando a Brasil, al cual se le ganó, Chile siempre estuvo arriba en el marcador durante tres cuartas partes del match, para perderlo al final, cuando salía uno o dos de sus titulares. Con su gente base se dio el lujo de aventajar en largos pasajes a Argentina, Uruguay y Perú.
Don Pampa
Revista Estadio
23 de septiembre de 1950