Fue seleccionado chileno.
Peón infatigable.
Alfredo Olivos cumple en la zaga de Audax Italiano una labor poco vistosa pero de indiscutible valía.
Se hablaba del equipo titular de Audax en fraterna sobremesa, y alguien comentó: “¿Cómo es posible que no haya ningún iquiqueño? Es raro en un equipo puntero. No puede ser… Convendría revisar bien la lista.
La sorpresa la justificaron todos los comensales, porque Iquique es una suerte de bastión deportivo. En todas las ramas de la actividad física sus hombres destacan. La población no es numerosa. Pero caramba que está bien distribuida. Bien repartidos. Doquiera va un iquiqueño, se le conoce. Los ejemplos sobran. Por eso chocaba ver un cuadro convertido en la sensación del torneo, sin un iquiqueño… no podría ser. Y no fue. Porque Audax tiene en su team superior un hombre de esa elogiada tierra, Alfredo Olivos Araya.
Nació en Huara. Pueblo pampino de cierto ajetreo comercial. Vino al audax el 48, y el lector podrá imaginarse quien realizó la gestión, José Ghiardo. Esa punta de lanza extraordinaria que tiene Audax para descubrir jugadores. Para Ghiardo no hay rincones. Busca y escuadriña por todas partes. Llegó a Coquimbo, vio a un mocetón fuerte, de juego rústico, pero con pasta suficiente para pulirlo en la capital, y se lo trajo. Olivos, radicado en Coquimbo, trabajaba en las tareas portuarias. Acaso la mas dura, cargador. Trabajo hecho para hombres fuertes, sanos y firmes de temple. Allí se curtió, y su estilo no tiene entonces por que extrañar. En Audax sigue cargando con el fardo mas pesado.
Dos años estuvo en la reserva, y luego a primera. Junto a Andere, que en aquellos días era ídolo y crack en la tienda verde. Por eso nadie se fijaba casi en el nuevo defensa. Sencillamente cumplía. Palabra que ha resultado fuente inagotable de temas, porque tras ella se esconde una verdadera legión de jugadores de capacidad innegable. Hombres que no brillan, pero cumplen. No resaltan, pero rinden. Y de tanto cumplir y rendir, terminan por ser insustituibles. Verdaderos relojes eficacísimos, cuyos punteros marcan la regularidad del cuadro.
Hace poco, Pancho Alsina hizo una nota sobre estos elementos, a los que calificó de auténticas hormigas futbolísticas. Comentó varios casos, entre ellos el de Olivos. Traigo a colación las palabras del colega, porque el calificativo viene como anillo al dedo al accionar de Olivos en el campo de juego. Muy pocos le ven. Muy pocos le señalan con el índice. Solo sus compañeros saben lo que vale. Porque si hay que conjurar una situación dramática, ahí está Olivos. Si un forward se corta, corre Olivos como una tromba a detenerlo. Si el balón pica y salta coquetamente en la línea de gol, vencido ya Chirinos, surge el botín de Olivos para realizar el despeje salvador. Es el hombre que no se puede identificar. Siempre ocurre igual en los entreveros. La pelota dio en alguien, dice todo el mundo. Alguien rechazó. Y ese alguien en Audax, por lo regular se llama Olivos. El cuida al alero derecho. Pero cuando las papas queman, sabe cerrarse con tino y prontitud. Allí su hombre no es el wing derecho, sino el que está mas cerca del gol. El que entraña más peligro. Lo hemos visto marcar al alero contrario en última instancia. En la fotografía del primer gol de Ferrobadminton puede vérsele a los pies de Néstor Díaz,en postrer refuerzo. El domingo, en el gol de Prieto, es Olivos quien aparece caído, tratando de impedir el feliz remate del rubio entreala estudiantil. Así es Olivos. Defiende su causa con abnegación. Con desprendimiento absoluto. Sin desentenderse de lo principal. La suerte del equipo. Comprendiendo que, por sobre la misión individual, hay otra superior. La colectiva. La que a todos compete.
Por nuestras páginas han pasado este año caso todas las figuras nuevas de Audax. Los penquistas Bello y Vera, Tello y Espinoza. Carrasco y Cortés fueron debidamente elogiados a fin del año anterior. Faltaba Olivos, porque caímos en el mismo olvido del hincha. Pero al destacarlo, el recuerdo es doblemente grato. Porque se repara una injusticia. Un olvido involuntario. El tiene la culpa, por ser así. No busca el destello personal. Le preocupa el equipo. Ese Audax en el cual tiene inmensa fe para este año. Al igual que en el césped, es parco para charlar. Pero al hablar del campeonato, no disimuló su optimismo. Teme mucho si a los diablos rojos de Santa Laura. Por eso, al despedirse, nos afirmó en tono sonriente: “Este año el titulo tiene mucho olor a colonia…”
JUMAR.
Tomado de la revista Estadio, año 1951.