El padre Rubén Donoso, fue un activo dirigente del fútbol. En su memoria, se creó el Club Rubén Donoso, el 30 de abril de 1951. Muere en Iquique, el 8 de noviembre de 1974. La siguiente columna la escribe Cipriano Rivas.
El Padre Donoso
Hablando de su hogar ha dicho el padre Rubén Donoso –el gran festejado en estos días- y vaya que con razón, que allí el personaje más importante era. Con su alma puesta en El, sus padres Rubén Donoso y Antonio Osorio, supieron formar el corazón de sus hijos, uno de los cuales quiso vivir en servicio permanente del Creador, abrazando la profesión religiosa.
Las virtudes que el padre Donoso adquiera en su hogar de Navidad, el lindo y pintoresco pueblecito de Colchagua fueron la base de santidad que ha alcanzado ya medio siglo y la orientación para la actividad que, a través de muchas generaciones de iquiqueños, ha ejercido en la orden salesiana, semilleros de ciudadanos selectos, muchos de los cuales han llegado y se mantienen en puestos de honor de la ciudadanía de la Patria.
Desde 1919 en que llegó a esta ciudad, el padre Rubén Donoso ha realizado una obra tan buena y meritoria, se ha adentrado tanto en el corazón de la ciudadanía, especialmente de su juventud, que bien puede afirmarse que su sacerdocio y su docencia han dado vida recta y orientación, no sólo a centenares de muchachos, sino a una región entera.
Por algo es colchagüino, de los mejores, de la tierra que hollara también con sus pies de niños el muy ilustre y recordado Cardenal José María Caro y por algo, con esa cualidad de almas nobles y superiores supo hacer de esta tierra también la suya y entregar a manos llenas su entusiasmo juvenil, en la educación y en el deporte; en la edad adulta, sus consejos y enseñanzas y siempre, su devoción, su admiración y su cariño a las virtudes que debe encarar el hombre recto, aquél que se forma en los hogares que, como el de este sacerdote ejemplar, tienen un solo personaje importante: Dios.
Me complace escribir unas cuantas líneas para señalar la personalidad del padre Rubén Donoso, alrededor del cual se unen y reúnen ordinariamente innumerables ex alumnos, algunos de los cuales, ahora que se celebra casi medio siglo de su acción sacerdotal y docente, no han vacilado en dejar momentáneamente sus deberes en ciudades lejanas para llegar hasta Iquique y estar junto al sacerdote y al maestro que fijara los rumbos mejores para ellos.
Es agradable en grado sumo encontrar temas de esta clase para muestra columna. Resulta sedante y ejemplarizador. Sobre todo cuando se trata de un sacerdote como Rubén Donoso para quien parece que fue escrito el pensamiento de Santo Tomás, cuando escribió: “Si a mi paso encontrase juntos un sacerdote y un ángel, saludaría primero al sacerdote”. Esta es su calidad.
Se lo digo yo.
Cipriano Rivas
Publicado en La Estrella de Iquique, el 16 de agosto de 1969, página 3