Nació el 4 de octubre de 1926.
Campeón de Chile jugando por Iquique.
Jugó en el Audax Italiano.
Siguió la huella.
Héctor Avilés, hermano de “La Chancha”, tiene muchos puntos de contacto con él y lleva un rumbo parecido.
Es iquiqueño por donde se le mire. Moreno bien plantado, de físico sólido y “calichera”. Tiene 23 años, y bien se ve muchos de esos años fueron vividos en un intenso clima deportivo. Lo están diciendo sus músculos elásticos, su porte atlético y su mirada franca. Héctor Avilés, hermano de un crack auténtico. Siguió la huella de ese hermano, pese a que nunca lo vio jugar, a que estuvo lejos de su influencia y de sus consejos. Mirándolo jugar uno tiene obligadamente que recordar a “La chancha”, pese a que este muchacho de hoy es más rápido, más decidido y contundente. Es que hay en él cosas del otro, cierto sentido del juego, cierta orientación técnica, que no pueden explicarse claramente.
-En Iquique- dice Héctor- hay que ser deportista por fuerza. Y practicarlo todo. Yo fui boxeador y alcance a clasificarme vicecampeón de peso mosca. Fui futbolista, y formé la selección iquiqueña que jugó en un Nacional allá por el 47, y que perdió con Chuqui.
Fui futbolista, y también alcancé a vestir la casaca de la Asociación de mi ciudad. Pero era demasiado. Iba del básquetbol al fútbol, seleccionado en los dos deportes, y tuve que elegir. Cuestión fácil, por lo demás ya que el fútbol me gustó siempre por encima de todos los otros deportes. También fui atleta corredor y saltador.
Salió de un barrio de futbolistas; el de Pueblo Nuevo. De ahí vinieron a la capital
Moisés Avilés, Salfate y aquel antiguo arquero que fue internacional: Bernal. También los hermanos Carlos y Manuel Arancibia. Héctor Avilés no hizo otra cosa que seguir la huella de su hermano y de su barrio.
Así como Moisés, que jugaba con igual eficiencia en todos los puestos de la delantera, Héctor comenzó como puntero derecho, ha sido centrodelantero, insider izquierdo y derecho. A los 17 años, siendo titular del primer cuadro del Yungay fue elegido centrodelantero de la selección iquiqueña. Dos años más tarde lo vio un personero de Audax Italiano y lo hizo venir a la capital.
Pero tuvo poca suerte al comienzo. Primero estaba eso de jugar en el pasto. Los nortinos siempre tropiezan con ese inconveniente. Nacidos en las canchas de tierra y arena de la zona, les cuesta acostumbrarse al césped. Luego sufrió una lesión y estuvo dos meses enyesado. No le quedó otra cosa que esperar conpaciencia.
Ahora parece que le ha llegado su oportunidad. Ya juega bien en el pasto, y se ha acostumbrado tanto a él, que, según dice, ahora le costaría jugar en la arena. Enseguida hay algo mas; ha podido mostrar lo que vale y su riqueza de posibilidades. Posee una visión excelente del fútbol en general y sabe rematar con violencia y puntería, tanto de derecha como de izquierda. La lesión de Rinaldi lo ubicará en el centro de ataque de Audax Italiano, y allí tendrá que hacer realidad lo que ya prometió en los últimos partidos. Pese a que es mas entreala que centro, sabe llevar la pelota, reparte bien, puede llevar avances y liquidarlos el mismo cuando es necesario. Y, además, le gusta más el puesto. Pero, como posee esa condición múltiple de su hermano Moisés, que le permite expedirse con eficiencia en cualquier puesto del ataque, como centro no va a desentonar. Es difícil que fracase un muchacho como el, tan bien dotado, con tanta condición positiva, con juventud, buen físico, dominio del juego y fuerte remate de ambas piernas.
Comenzó en el barrio Pueblo Nuevo, como “La Chancha”. Vino a Audax Italiano, y es capaz de jugar en cualquier puesto de ataque. Ha seguido la huella de su hermano desde sus primeros pasos, a más de quince años de distancia.
Y es una huella que lleva al estrellato.
P. A.
Tomada de la revista Estadio
Fecha de publicación: 17 de julio de 1950, página 23