Entre tanta muerte, conviene por que es necesario y saludable, celebrar la vida. Y que mejor que alzar desde nuestra casas una copa de vino. ¿Y por quién preguntará usted? Y la respuesta viene desde hace 50 años y tal vez un poco más. Una sala del viejo Liceo de Hombres, tercero medio para ser más precisos, humanista, en esos entonces, así se le llamaba.
Entre discos de Led Zeppelin y del Quilapayún, entre el Don Sata y cualquier casa por ahí, que sábado por la noche, exportaba a través de esas ventanas de madera y sin barrotes las canciones de Los Mitos, se cerraba la semana. Y a aguardar el día lunes.
Lunes a las 8 de la mañana, esperando al profesor jefe. Y contra prónostico aparece un joven maestro, con la sonrisa a flor de piel, corbata de colores múltiples y se presenta. Tenía una par de años más que sus alumnos. La quínica fue absoluta. Tanto es así que una vez al mes, antes de la pandemia, nos juntamos en su casa a barajar recuerdos, intercambiar remedios. Todos estamos más viejo, menos él. María, su señora nos recibe con la misma sonrisa que nos recibia en su casa cuando todos nos dejabámos caer con uniforme a tomar desayuno.
Entre tanta muerte, vale la pena celebrar la vida. Feliz cumpleaños querido profe y amigo y viceversa, Manuel Castro Tellez, conocido en las canchas iquiqueñas y en las aulas de la ciudad como Catruto.
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