Extraña forma de mirar que azotaba a hombres y mujeres en tiempos que el Dr. Francia no daba abasto para tanto enfermos de la “vista”. Otros más coloquiales decían “que se le iba un ojo”. El izquierdo o el derecho daba lo mismo. Costaba entender cómo los virolos veían el mundo. “Se le va un ojito” decían en tono misericordioso la gente buena que siempre tiene expresiones para suavizar el dolor.
Casi en cada barrio había uno o una. Desconocemos quien oficiaba de oftalmólogo antes del Dr. Francia. Con él, creemos, que empezó esa especialidad médica en la ciudad. Lo mismo sucede con la psiquiatría, existió, el famoso Dr. Ramos, un boliviano, que la gente le colgó el cartel de loco, casi de entrada, antes de conocerlo. En el hospital, había un dentista, flaco, alto de apellido Valenzuela que extirpaba el dolor. Para que hablar de tratamiento de conducto.
Los virolos, sin embargo, pese a lo desafinado de sus ojos, se las batían bien en la vida. En los deportes, que también se juega con la mirada, engañaban al adversario con un simple pestañeo. Y la pelota partía con rumbo contrario. Hacían cachañas con la mirada, cuestión nada fácil. No conocían eso de mirarse en forma fija que los enamorados exigen. Varias canciones hablan de los bizcos.
En la matiné los aquejados por este mal, centraba su mirada, si es que eso era posible, en esos hermosos paisajes que las películas de vaqueros exhibían. O bien en las penumbras de Fu Manchú o del Conde Drácula con su insaciable sed de sangre humana. Eran bizcos, pero esa palabra no era cotidiana tal cual es el pan duque o la melcocha. Menos estrabismo que el Dr. Francia manejaba como quien dice mañana subimos a La Tirana que hay fiesta.
Hoy hay cura para esa enfermedad que conocíamos con el nombre del ojo que se va. Y la palabra virolo, en tanto estigma, empieza a desaparecer. Todos tuvimos más de algún amigo virolo. Para ellos y ellas, estos recuerdos.
Publicado en La Estrella de Iquique el 6 de marzo de 2022, página 11.