¿Se puede estar enamorado de los diccionarios? La respuesta es sí. Y quién mejor que Soledad Chavez Fajardo para entender ese placer que tienen las palabras. La Solé es nuestra como nuestras son aquellas palabras que nos deleitan. Pero ella amplía, creo yo, el rango de diccionario, y recoge palabras de la feria. Por ejemplo, casera o casero, o sus formas más cariñosas que es el caserito o la caserita. Una palabra que te atrapa en sus redes de confianza, de buena crianza. El vecindario sería la extensión de su hogar materno.
En nuestro Norte Grande, tierra que la vio crecer, y en Iquique donde ha sabido deletrear las palabras del mar y del desierto, hay dos diccionarios que intentan atrapar lo inatrapable. Uno, el de Mario Bahamonde “Diccionario de voces nortinas” en la que el taltalino, le quiebra el saque a la RAE y el otro de Juan Van Kessel, “Diccionario de la pesca artesanal” que tras la esquiva albacora, los pescadores se entregan a la China e inventan nuevas palabras.
La susodicha es además senadora y nada menos que de la Universidad de Chile. Cursó magister y un doctorado en “pongamos que hablo de Madrid” donde se distinguió como la mejor. Sabina debería conocerla.Ha entrado por la puerta ancha de la Academia de la Lengua y ocupa el sillón Nº 14. Otros la han antecedido como el poeta Oscar Hahn y Alberto Carrizo.
Es una enamorada de las palabras y de los rumbos que éstas toman. Chirona, es una de ellas, de las tantas que poblaron el Norte Grande. Arribaron esos términos engañados por el enganche. Y aquí, donde no acierta el poeta: “donde la flor nunca creció”, crecieron como el waipe o el palo poste. Tierra de expresiones como “Más duro que el Tani”, “Chiquillo de moledera”, “Fuerte y largo Parafina” entre otras. La narrativa salitrera nos nutre de muchas palabras caídas en desuso.
En su casa y en el María Auxiliadora se enamoró de los libros. Y ha sido un amor correspondido.
Publicado en La Estrella de Iquique el 13 de noviembre de 2022, página 11.