Las ciudades se reconocían por el sonido de sus campanas. Su presencia invisible marcaba los tiempos, toda vez que avisaba lo que venía. No sólo eran patrimonio de la iglesia que desde diversos rincones llamaban a misa.

El Liceo de Hombres, al igual que otros establecimientos educacionales, también tenía una que inspiraba respeto. Sus largas campanadas anunciaban el ingreso a clase. La más esperada, era aquella que llamaba al recreo o que anunciaba el fin de la jornada.

En el box, el sonido de la campana en el Casa del Deportista, anunciaba el inicio del combate y con ella la frase célebre. ¡Fuera los seconds”. A muchos, peloduros, atosigados por la vehemencia del rival, literalmente lo salvaba la campana. Había personajes claves en ese arte. En la cárcel anunciaban el fin de la hora de visita.

Iquique parecía envuelto o prisionero de ese bronce que exportaba sus sonidos a lo largo y ancho de esa ciudad pequeña que siempre soñó con alcanzar el progreso. Combinación de bronce con estaño penetraba en nuestros oídos y nos llamaba al orden. Sus sonidos suelen acompañar a los recién casados. Un hincha de Deportes Iquique, se ganó al apodo de campanita  ya que alentaba a los nuestros haciendo sonar una campana.

Los del Liceo de Hombres, en no se que año, se mandaron la broma del siglo. Secuestraron la campana. El día lunes las clases sonaron distintas. Huérfanos de campana toda una jornada, hasta que apareció. Se celebraba la semana liceana. En el altiplano en la década de los 60, se roban las campanas de la iglesia de Mauque. Estamos en plena “guerra santa” entre católicos y evangélicos.

El tañir de las campanas llamaban a misa, a clases, a combates de boxeo. Sonidos sagrados y profanos inundaban la ciudad que compartía sonidos con el rebuzno de los burros o los cachos de toros convertidos en instrumentos de viento.

La sirena de las 12 o el pito de las 6, eran nuestros relojes naturales. El ferrocarril, atrasado, entraba a la ciudad con sus sonidos característicos. Iquique era entonces una ciudad de madera en la que los sonidos co-existían.

 

 

 

 

 

Publicado en La Estrella de Iquique el 25 de diciembre de 2022, página 11.