Cada 21 de mayo nuestras casas aparecían con el frontis recién pintado. El aroma del barrio inundaba a la caleta/puerto con ese olor a pintura fresca. Los más variados colores le daban a esta ciudad que reclamaba contra el centralismo, un colorido que solo veíamos en el cine o en una revista. Nuestro pintor, Juan Aguilera, en la población Esmeralda, sobre un atril, y mirando hacia el Colorado nos ofrecía algo, lo más parecido a lo que fue el combate de ese 21 de mayo.
Iquique era una ciudad en blanco y negro que en el mes de mayo se llenaba de colores, aromas, sonidos, himnos y ladridos de perros que parecían despertar de ese letargo que da la siesta sin hora fija.
Mes de desfiles. El 1 de mayo en la escuela Santa María y a partir del día 17, «la avenida Balmaceda señorial», se llenaba de pasos regulares y de parada. Nos tocaba desfilar el día 20. Y como siempre y según las palabras de José Coloma Tiznado “la Centenario fue la que mejor desfiló”. Era un motivador. Y nos creímos el cuento. Pero, para los que vivíamos en la plaza Arica, el desfile de los bomberos nos cautivaba. Avisaban los tambores que venían por Tarapacá. La noche olía a kerosene y el cielo se aclaraba con esas llamas que cada voluntario portaba: un tarro con waipe y un palo de escoba como soporte. Doblaban por Errazuriz y subían por San Martín. Nos gustaban los bomberos de la 8, los zapadores, ya que eran, muchos de ellos, del barrio. En las muchas tardes de ocio, cantábamos el “Anoche murió un bombero” cuyo autor desconocemos. Lo que sí se sabe es que en 1859 en Valparaíso se realiza por primera vez este rito fúnebre por la noche. En la canción hay variantes. En una es una china, en otra un ratón que se «rascan la guata con un escobillón».
Nunca nos atrevimos a entrar al cementerio. Los muertos gozan de solemnidad e imponen autoridad. Mis respetos a los zapadores de la plaza Arica: Alfredo Barrios, Guillermo Gangas y Romualdo Álvarez.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 21 de mayo de 2023.