En los tiempos de aquel entonces Liceo de Hombres, en marzo era casi un ritual elegir el centro de alumnos por cursos. No fuimos la excepción y elegimos a nuestro presidente. Un morrino a quien aún se le dice “Tuto”, vaya a saber uno por qué. Concitó nuestra atención en base a su calma, simpatía y a una gran promesa. A fines de ese año, el 1972, luego de juntar plata todo el año, iríamos a París. Algo del idioma conocíamos gracias a las enseñanzas de la carismática Madame Gahona. Godofredo Morales, no sólo nos enseñaba la revolución francesa, sino que la actuaba. Supimos de la crueldad en el uso de la guillotina.
A medio año empezábamos a sospechar que el tan ansiado destino se empezaba a volatizar. Uno del curso, muy suelto de cuerpo, dijo que en la quebrada de Camiña, había un pueblo llamado Francia y que quedaba cerca. No estábamos para sustituciones ni mejorales. La juventud tiene prisa, nadie sabe porqué, pero siempre lo quiere todo al tiro.
El “Tuto” entró en un mutismo extraordinario. Nadie le pidió que renunciara ni mucho menos. Rápidamente se elaboró un plan B. Es así que aparece como destino Chanavayita que en ese entonces carecía de todo lo que hoy posee. Se contrata un camión que demora cerca de tres horas en llegar a esa playa. Se arman las carpas hechas con sacos de harina, se cuida el agua y la alimentación. A metros de nuestro campamento había carpas de un curso del liceo de Niñas. Hubo comunión casi al instante. No estoy en condiciones de desclasificar información. Chanavayita nos encendió con su belleza y aguas tranquilas.
Un compañero llevó un tocadiscos a pilas, y cerca de la orilla de la playa, puso un Lp, creo que de Santana, la marea hizo el resto. La mujer de Magia Negra naufragó. Fue en todo caso una noche mágica con situaciones que nunca se nos han olvidado. Que París ni ocho cuartos, Chanavayita fue una playa luz que aún ilumina e incendia nuestros recuerdos.
Publicado en La Estrella de Iquique el 24 de marzo de 2024.