Lo más preciado una vez terminada la fiesta era ver como tus familiares, mi tía Josefina y  mi tío Enrique, llegaban a casa cargados de sacos de esos apetitosos dulces que estaban vinculados a la fiesta de la China. Nada podía evitar agarrar puñados de esos frutos y paso a paso, devorarlos. En un lugar de la cocina estaban ocultos, pero la infancia sabuesa no tardaba en dar con ellos. El mani, los cocos, acompañaban ese concierto de alimentación tiraneña. Sumele las naranjas y las tortas de higo.

La fiesta de La Tirana y de San Lorenzo son las que exhiben sacos y sacos de polulos para su venta. Bolivianos como bolivianas son sus vendedores por excelencia. Junto al mani y otros dulces, el polulo es un clásico demandado por todos aquellos que acuden a estas fiestas. Y son el encargo predilecto de los que no pueden asistir. Tienen en estas fiestas una importancia poco destacada, a pesar de su masivo consumo.

La enciclopedia Wikipedia dice: «Los pululos, también conocidos con el nombre de p’asanqalla, maná o chichasara, son un tipo de dulces típicos de los pueblos del Altiplano Andino. Son procesados normalmente en máquinas especiales dilatadoras de cereales, y también existen métodos artesanales para producirlos. Se hacen de maíz»  (https://es.wikipedia.org/wiki/Pululos)

En el habla cotidiana se le conoce también como polulos. El pululo es otra variante del uso que se le da al maíz (https://www.importancia.org/maiz.php). En el chat de la inteligencia artificial ignoran la palabra/alimento.

Comerlos es un goce provinciano y andino. Sabes bien cuando comes el primero, pero luego parar se hace imposible. En La Tirana chica, cerca del cementerio en la plaza Arica, se alzaban orgulloso. Comerlos era, de alguna manera, vincularnos con los Andes. Ya lo sabemos el maíz era la base de la alimentación prehispánica.

En cada bolsa de pululos se sintetiza buena parte de la gastronomía andina. En La Tirana su consumo es ritual y por lo mismo eficaz. Nos lleva a ese pasado donde los tíos, nos visitaban cargados de ese cereal. Éramos felices ignorando que nos alimentamos con la gastronomía andina.

Publicado en La Estrella de Iquique el 28 de julio 2024