Se espera con paciencia a los viejos pascueros que con barba blanca  y sonrisa ancha recorran la ciudad. Le acompaña una banda de músicos que interpretan  villancicos con instrumentos de bronces. La niñez expectante. Las pastillas vuelan por el aire caluroso. Cuando aparece el primer carro navideño no hay nada que hacer ni decir: la Navidad se acerca y se avisa con música.

Este tirar y recibir es un juego entre adultos y niños. Una forma que le otorga al mes de diciembre un aire de ternura.

La monotonía y solemnidad del mes anterior dan paso a este juego que no tiene edad definida. Detrás de estos carros hay horas y horas de trabajo. Cada institución se esmera por visitar a los hijos de los compañeros de trabajo y dejar un  buen recuerdo.

Nada  detiene estas caravanas. El tráfico se modifica o altera. La calle como fue en los tiempos de las reinas de la primavera o del carnaval deja de ser exclusivamente para los automóviles. Lo condensa el dicho de una hermosa canción “La calle es libre..”. Tal vez la época de oro fue en el boom de las pesqueras. Los tripulantes ornamentaban   sus carros sin importar en gastos. La imaginación, además,  juega un rol relevante.

Muchos de los que hoy tienen 30 años y un poco más tienen en Navidad el recuerdo de cuando eran niños. Extrañan en otras ciudades donde hoy viven la alegría, la música y sobre todo las pastillas tiradas por nuestro Papá Noel. Se le reclama por la escasez de los dulces y se lo hacen saber con la elegancia de la inocencia.

Se vuelve a escuchar la cumbia “Navidad de los pobres/ que feliz Navidad” que funciona como un antídoto para esconder las diferencias sociales.

Celebrar la Navidad en Iquique es algo especial. Es la comunidad que celebra y de modo festivo sale a la calle. Y lo hace con lo mejor que tiene.

Y la alegría es uno de nuestros capitales mas preciados.

En la escuela los niños cantan: “Viejito pascuero/acuérdate de mi/ Me porto bien en casa/también en el jardín”.

Publicado en La Estrella de Iquique el 1 de diciembre de 2024