Para los que nos gustan los libros, compramos y comentamos la obra de la iquiqueña María Monvel, Hernán Rivera Letelier. entre otros clásicos de la literatura, como Camus y los rusos, exista una regla de oro que pocos la respetan. Una especie de mandamiento: “No prestes libro”. Pero uno sigue creyendo que el libro va a volver.
De compras por el Terminal Agropecuario me detengo a ver libros usados. Me fijo en un libro de nuestro poeta Andrés Sabella, “Hombre de cuatro rumbos”. Lo compro al tiro. Pero algo me llamó la atención, la dedicatoria. Decía algo así: A mi buen amigo, Agurto, por su amor a la poesía, el que firma es nada menos que Andrés Sabella.
Al día siguiente voy la notaría y pido hablar con el señor Agurto. Me recibe como un caballero que es. Le entregó el libro y me dice “A alguien se lo presté”.
Si sumamos la cantidad de libros que hemos prestado y que no vuelven, el balance es terrible. Algo tienen los libros ajenos que no regresan. Tengo un listado con los morosos, todos ellos de buena reputación, lectores empedernidos y compulsivos. Cuando se encuentra a uno de ellos, aparte de saludarlo se les pregunta ¿Qué estás leyendo?
Iquique contaba con una biblioteca en pleno centro de la ciudad. En Tarapacá con Vivar donde hay una tienda grande, estaba la Cervantes en sus estanterías libros de casi todos los ámbitos del conocimiento. Tengo en la memoria el rostro de la señora que amablemente atendía. ¿Dónde estarán esos libros?”. Nada de raro que en el paseo Baquedano nos encontremos con algunos.
El libro ya no es un objeto apreciado. No encontramos enciclopedias ni la revista Monitor, tampoco Hechos Mundiales. En las consultas médicas había revistas, el lustrabotas y el peluquero tenían el periódico del día. Cuando se viajaba en el longino o en bus a la capital un buen libro era el mejor acompañante.
Un libro prestado es un libro perdido decía un amigo lector. Les pido a quienes le he prestado libros tengan la amabilidad de devolverlos
Publicado en la Estrella de Iquique el 2 de febrero de 2025