El escritor  Luis Alberto Acuña, en su libro de cuentos “La noche larga”, logra un buen relato sobre los hechos ocurridos en la oficina salitrera de La Coruña, en junio de 1925. El año 1956, Luis González Zenteno, ese otro iquiqueño olvidado, en su novela “Los Pampinos” relataba con acierto realista lo que allí ocurrió. Una masacre por parte de las fuerzas del Estado contra los obreros que se resisten a ser desplazados de su lugar de trabajo. La crisis del salitre se expande como la camanchaca. El fantasma del hambre y de la cesantía se asoma por doquier.

Luis Alberto Acuña, nacido en Iquique,  publicó el año 1967 el cuento cuyo título  tomo prestado para titular esta columna. Un breve relato que en cuatro páginas describe las horas posteriores al desigual enfrentamiento entre obreros y policías.

Un obrero sin convicciones políticas, de eso que se llaman o se dicen llamar “apolítico» va a visitar a su compadre en la oficina de La Coruña.  Este es un dirigente de los pampinos, que la prensa y los dueños del salitre llamaban “agitador”. 

Este obrero mientras es detenido va pensando en su inocencia, en el hecho que no ha realizado nada que amerite ser detenido, que cuando llegue a Iquique, gracias a las gestiones de un amigo, quedará libre, que se hará cargo  de la mujer de su amigo, incluso le ayudará a pasar las frías noches pampinas. Además de apolítico, pícaro.

El relato se inicia una vez acallado el enfrentamiento. Los obreros prisioneros y esposados pasan la larga noche durmiendo o tratando de dormir en el suelo. Al alba lo despiertan y lo llevan fuera de la oficina. Esto es lo que piensa: “No sé por que los demás van callados y tristes, Nada nos puede pasar. Los soldados dijeron que, lejos, nos esperaban los camiones para llevarnos a Iquique. Allá nos van a meter presos, claro está, pero nada más.  Y a mi me han de soltar en cuanto logre hablar con el juez y le explique. O quizás me larguen antes de meternos en los camiones; apenas yo le cuente al teniente. Aunque éste, no e dejó ni acercarme a él. ¿Qué tengo yo que ver con el lío? Estuve de visita en casa del compadre; lo acompañé una vez al sindicato, el día antes de la revuelta. Pero, no he hecho nada. Absolutamente nada”.

Para finalizar: “Las mujeres parecían las cuentas de un rosario, agrupadas quejosas viendo partir a sus hombres, y rezando todo el tiempo. ¡Por qué tendrán miedo! ¿De a dónde habrán sacado que nos llevan a la pampa para matarnos lejos de “La Coruña”? Eso no lo pueden hacer. Menos a mi, que no he hecho nada. Los seis soldados nos dicen que nos detengamos. Ya está empezando a amanecer”.

El final queda abierto, pero se entiende. Los obreros son fusilados en plena pampa.