En esta ciudad todo es casi posible. Como en la magia del cine o bien gracias al cine, descubrimos que habían personas igualitas a los actores que hacían sus gracias en las inmensas pantallas de los cines locales.

Los Gardel que paseaban sus “veinte años no es nada” por las calles de iquique deben haber sido más de uno. Ni que hablar de la Libertad Lamarque cuya padre anarquista la bautizó con ese sueño, por la que muchos han dado su vida. A los feos del barrio los bautizaron como Jack Palance o Henry Silva, ambos mal agestados para la estética gringa. El Ñatito Cortés desde su Quinta Tropical soñaba a personificar, cada noche, a Dámaso Pérez Prado.  El mambo era amo y señor de las largas y alegres noches iquiqueñas, esas que una década atrás Carmelo Dávilo, animaba sin competencia alguna.

El cine francés con la figura de Alain Delon nos demostró que esta ciudad con olor a harina de pescado, había uno igual al astro galo. Y como si fuera poco, no se tardó mucho en descubrir a su socio Jean Paul Belmondo, quienes juntos en la película Borsalino nos sacaba de la sucia rutina. Las damas iquiqueñas, afirmaban que nuestro Delon era más hermoso que el original. Pero el más bello era aquel que se parecía a Tony Curtis.

Un querido profesor de inglés era nuestro Yaco Monti, un taxista en noche de luna llena se transformaba en Sandro, otro en Favio y muchos en Rapahel. Los petisos con “Venecia sin ti”, tenía su oportunidad gracias a Aznavour, aunque las góndolas eran diametralmente diferentes. Manzanero fue también objeto de inspiración, aunque por aquí nunca nadie vio llover. Hubo muchas Bardott, Loren y Cardinale.

Los años se han dejado caer sobre Alain Delon y se prepara para su muerte asistida. ¿Sabrá de su otro yo iquiqueño? Espero que el nuestro siga amasando nuestras calles que en nada se parecen a cuando era liceano.

Publicado en La Estrella de Iquique el 10 de abril de 2022, página 11.