Las costas del norte grande, y en especial la de Iquique fueron generosas con nuestros padres y abuelos. En sus profundidades, la albacora entre otros peces, nos nutrieron, sobre todo en esos años en que no lográbamos “vencer al olvido”. La abundancia de este pez, la albacora, era tanta, que su consumo era de casi todos los días. Y por lo mismo llamó la atención de los deportistas. Pescar y cazar la albacora se convirtió en un deporte. Lo que la familia Manzo o Ayala hacían para sobrevivir, los deportistas lo realizaban para obtener un trofeo. La idea era hacerse de la albacora más grande.
La pesca de este pez ha inspirado a poetas y escritores. En la tradición oral de los cavanchinos y de los coloraínos, la captura de la albacora ocupa un lugar central. El año 1953, el periodista Eduardo Sepúlveda, hace mención a la cantidad de pescadores norteamericanos que llegaron a nuestras costas a ejercer la pesca deportiva. Fue tanto la atracción que la productora de cine “Columbia Pictures”, envió a un par de camarógrafos para dar cuenta de la abundancia y grandeza de ese pez. La idea de los gringos era competir para ver quien conseguía el ejemplar más grande.
El año 1940, en las costa de Tocopilla, W.E.S Tuker, obtuvo una pieza de 860 libras (390 kilos). Este récord fue batido varias veces. A 25 millas de Caleta Buena, la tierra donde nació Arturo Godoy. Arthur Hall, capturó un pez espada de 937 libras (425 kilos). Y como si lo anterior fuera poco, una dama, Mildred Allison, batió la marca al hacerse de un ejemplar de 759 libras (344 kilos). Entonces el Hotel Prat era la novedad. Incluso contaba con dos lanchas, la que facilitaba el desarrollo de este deporte.
Como “El Paraíso de la Pesca Deportiva” se le conoció a nuestras aguas. La abundancia y calidad de sus peces llamaban la atención. Y fueron los gringos de los Estados Unidos quienes figuran como precursores de este deporte. Con menos recursos, y pensando en el pan con albacora frita de todos los días, los hombres nuestros del mar, se iban tras el pez espada para “parar la olla”.
Eran los años 50, una década después, la industria pesquera que invadiría la ciudad con nuevos olores, cambiaría radicalmente el paisaje. Albacoras, bonitos, jureles, caballas, peyerreyes y otros peces, ya no alimentarían con su generosidad los platos de nuestras casas.
El paraíso de la pesca deportiva dejó de ser. Nuestros adanes fueron expulsados por comer la manzana prohibida. Sólo quedan esas fotos de los gringos posando con su pez capturado. Al fondo, el cerro que hoy no se ve por que fue cubierto por un edificio. La “albaroca” el pez manjar cada día se nos vuelve más esquiva.
Publicado en La Estrella de Iquique, el 2 de mayo de 2010. Página A-13