Las canciones tienen parentesco difícil de imaginar. Las zambas del noroeste argentino nos llegaron por las radios emisoras y muchas mujeres fueron bautizadas con el nombre de Angélica, por ejemplo. En Iquique se cultivaron las zambas en las voces de cantores como Jorge “Coky”. Iturra que se nos fue a otra vida con un poncho rojo en homenaje tal vez a sus amigos los Tucu Tuco. O en la voz del amigo querido Fernando Celedón que se transformaba cantando “Guitarrero viejo” de Horacio Guarani. La inspiración venía del gran Atahualpa Yupanqui, amigo de la Piaf y de Eluard cuando vagaba por París. Gracias a Los Chalchaleros muchas de las nuestras llevan ese nombre que “me vuelve a la memoria…”. En el barrio la dama con ese nombre nos convertía en gauchos y no en cantores de Viena.
¿Habrá escuchado nuestro Santiago Polanco Nuño al viejo Atahualpa, a José Larralde o a Jorge Cafrune “La milonga del solitario”?
Si hay una frase de nuestro himno que siempre me llamó la atención es aquella del “alma estremecida”. Me cuesta imaginar que el alma se estremezca como un niño al encontrarse con su regalo cuando éstos eran de maderas y no hecho en China, sino en casa: “Toda la noche cantando/ Con el alma estremecida”.
Cuando a esta altura de la vida uno empieza a revisitar el pasado, no para vivir allí, sino para entender lo que se nos viene, se me aparece “La milonga del solitario” de ese abuelo que con el nombre de Atahualpa Yupanqui, andino por los cuatros costados, golpea la puerta de los recuerdos. Canta don Ata enseguida: “Que el canto es la abierta herida de un sentimiento sagrado”.
Cada vez que canto el himno a Iquique, esa frase que Yupanqui le cedió a Polanco, o al revés, traspasando fronteras, entiendo la gran cultura musical del poeta militar que escribía con el seudónimo de Lautaro Andino, más me convenzo de esta hermandad. Dicen que a don Santiago le hubiese gustado llamarse Iquique Polanco Nuño.
Publicado en La Estrella de Iquique el 28 de abril de 2024.