A los otros hablantes del español, mexicanos, uruguayos y salvadoreños, por solo nombrar tres naciones, les llama la atención esa expresión tan chilena que la Rae ha reconocido. Me refiero a la palabra altiro.

Esta palabra se universalizó mediante la diáspora chilena en el largo exilio. Si alguien usaba esa expresión se delataba. “Debe ser un chilenito” se decía en tono cariñoso. ¿De dónde proviene esta palabra? Algunos afirman que se utilizaba en el campo cuando el patrón llamaba a almorzar a los campesinos, usando para ello un tiro de escopeta. Otros, lo asocian al tiro con  pistola que el juez activaba para dar inicio a las diversas pruebas del atletismo.

Para los del Norte Grande puede ser asociado al tiro de dinamita para hacer salir en el desierto, el salitre. O bien a la soldadesca en la guerra del Pacífico. Podemos especular sobre su uso.

Altiro significa de inmediato. Y esto es lo curioso. Bien sabemos que en la cultura latinoamericana lo inmediato casi no existe. En nuestra noción del tiempo lo inmediato es más bien un deseo, una promesa. Nadie se cree el cuento de que eso va a suceder. “Estoy en eso” o bien “Voy en camino”, desmiente lo anterior. Sólo a la Chinita o al Lolo se le cumple altiro.

Hay otros asuntos más recreativos en donde esa expresión oficializada por el Vaticano de la Lengua, adquiere su verdadera naturaleza. ¿Armemos una pichanga? Y en fracción de segundos ese deseo se hace realidad. El congreso con sus honorables es el antónimo al giro altiro. Leyes que duermen el sueño de los más necesitados. Votaciones que no se realizan por falta de quórum, otros de viajes. Nada se hace al tirante.

Chile siempre está en transición.  Por lo mismo, altiro puede ser mañana y no hoy. De allí que esa expresión tan sonora como altiro, sea parte de nuestro rico folklore del pasado. En la calle, en el barrio, en el club, en el baile religioso, en la esquina, esa palabra corre como la infancia tras la pelota.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 2 de abril de 2023.