En la ya casi centenaria historia de La Cruz, pocos nombres alcanzan consenso como el de Andrés Mery Ponce (1955-2017). Conocido como el Loco Mery, Andrés entendió muy bien lo que significaba vestir esta hermosa camiseta. Fue su segunda piel. Los amigos del barrio dicen que hay que nombrarlo cruciano de oro. La camiseta Nº 7 la retiraremos por un año, en su nombre.  Benjamín Brantes digo que después del Indio Ledesma, el Loco Mery, era el mejor.

Mery, pertenece a esos tiempos aquellos en que teníamos más deberes que derechos. Barrer la cancha, lavar y planchar los equipos, llevar el saco a la Casa del Deportista, cobrar las cuotas. Pero el gran derecho era ser una familia. Compartir con los viejos, transmitir nuestra historia y construir épica. Tiempos en que clubes como el nuestro vivían a concho el amateurismo. Esa rara condición que hoy cuesta explicar y que se resume en el  trabajo colectivo, anónimo y sin exigencias.

Los Mery llegaron en los años 70 a la plaza Arica, su casa en la calle Bolívar y de ahí, casi todo el día, frecuentaron como si fuera el patio de su casa, esa cancha que siempre creíamos que era nuestra. Andrés, destacó por su fuerza y entusiasmo. Y sobre todo por su calidad técnica. Sus carcajadas despertaron a más de un vecino a la hora de la siesta. Seleccionado iquiqueño en todas las categorías: desde mini a adulto. Regalón y mal criado por el viejo Manuel Silva. Sus adversarios, le reconocen su capacidad, entrega y más que nada, su estampa de caballero. Gracias al libro Campeones del Aire, la figura de Andrés Mery Ponce, se encumbra por el cielo de asfalto, con los colores amarillo y negro y con ese balón amarrado a su zurda, la zurda de todos. Las nuevas generaciones de crucianos y crucianas deben saber, tal como lo entendió Andrés que hay más deberes que derechos. Ser de estos lados es una marca, una cruz que pesa, pero que nos llena de orgullo.

Publicado en La Estrella de Iquique, el 5 de noviembre de 2017, página 24