Celebrar el Año Nuevo es tan viejo como el hombre mismo. No hay que creer que estas son fiestas de ahora, invento del hombre de hoy. Tienen raíces que se pierden en el tiempo. El Año Nuevo de los Persas, por ejemplo, según cuenta Mircea Eliade, conmemora el día en que tuvo lugar la Creación del Mundo o del Hombre. El día del Nauróz efectuaba la » renovación de la Creación » como se expresaba el historiador árabe Albiruni. El Rey proclamaba: » He aquí un nuevo día, de un nuevo mes, de un nuevo año: hay que renovar todo lo que el tiempo ha desgastado». El tiempo había desgastado a la sociedad, al ser humano, al Cosmos. En Año Nuevo todos los pecados son expulsados, todo se limpia. Se nace de nuevo. Ese es el significado de esa fiesta para los pueblos religiosos.
No hay que pensar que para nosotros, sociedad autodefinida como moderna y racional, el componente religioso – en el más amplio sentido de la palabra – está ausente. Nada más alejado de la realidad que lo anterior. Baste echar una mirada al variado repertorio de rituales en la que participamos y observaremos cuan religiosos somos a la hora de despedir el año que se va.
En Año Nuevo, el tiempo y el espacio parecen no tener límites, y una suerte de dejar hacer y dejar pasar se apodera de la sociedad, por lo menos en un par de horas. Las estructuras de la sociedad parecieran que se relajaran y desaparecieran parcialmente las diferencias entre unos y otros. Se le da el abrazo al desconocido, se llora en el hombro de la madre recordando al padre que ya no está, se lanzan plegarias en silencio, prometiendo cosas que cada uno sabrá si las cumple o no, se alzan las copas al cielo y se brinda con la secreta esperanza que el año que viene sea mejor que el que se fue.
El 31 de diciembre a las 12 de la noche, el año parece cansado y urge inaugurar uno nuevo. Pero para ello, para lograr la regeneración del tiempo el hombre desde el más primitivo al más moderno se tiene que acompañar con ritos. Estos ritos simbolizan el fin del mundo, una especie de regresión al caos. En las sociedades primitivas la fiestas, las orgías, simbolizan el fin del tiempo profano. Y hay que observar que tanto para el hombre primitivo como para el hombre modero, salvando todas las diferencias, estos ritos se siguen cumpliendo. En la noche del Año Nuevo como que hay licencia para todo. El menor de edad puede llegar al día siguiente a la casa o bien puede embriagarse. En otras palabras, la sociedad por esa noche se olvida de los permisos, de las prohibiciones y de los controles sociales.
La fiesta de Año Nuevo, es una fiesta de aniquilación simbólica de los pecados. De allí la expresión Año Nuevo, vida nueva. El fuego, antiguamente en Iquique con el sanitrón, hoy con fuegos artificiales y más atrás en el tiempo con hogueras, representan el ritual con que en todas las épocas, la sociedad religiosamente, despide el año. Y después la fiesta, esa misma que los hombres primitivos nos han legado, y que acaba cuando sale el sol. Allí todos regresamos a casa, la sociedad ha parido un nuevo año.