Una de las singularidades de Iquique fue la de tener el aeropuerto en pleno centro de la ciudad. Frente al balneario de Cavancha el sonido de los motores parecía apoderarse de la ciudad que entonces no tenía más de 40.000 habitantes y un futuro cada vez más negro, que se expresaba en banderas y en centros para el progreso.  

Cada domingo por la tarde,  la orquesta “Ritmo Tropical” del Ñatito Cortez emulaba a  la Sonora Matancera con la voz de Daniel Santos. El “Ñato” cerraba sus ojos y cantaba: “Perdón dueña de mi vida”.  Todo iba bien hasta que el motor del avión  entraba en funciones.

La pista se extendía con su vientre de asfalto desde la playa por el sur hasta la calle Unión por el norte. Chocando casi con las casas de ese populoso barrio, los aviones al aterrizar provocaban tal alboroto que no sólo los perros ladraban neuróticos, sino que un vecino, harto de no poder dormir la siesta, en paños menores agarró a peñazcasos al avión. “Anda a meter bulla a otra parte” dicen que dijo el frustrado siestero. Más curioso resultaba aún el semáforo que estaba ubicado en el sector sur y que servía para controlar el tránsito de los pocos vehículos que habían entonces, entre ellos el de mi padrino Guillermo Flores y el del Dr. Reyno. “Peligro. Luz Roja. Avión aterrizando” advertía seriamente el letrero.

A las muchas historias vinculadas con este aeropuerto se cuenta esta otra. Se dice que alguien mandó a sacar una de las dos torres de la Iglesia del Buen Pastor ya que obstaculizaba la visión para el despegue o el aterrizaje de los aviones. Este es un misterio que alguien tendrá que dilucidar. El año 68 un  DC-6  tuvo un aterrizaje forzoso   quedando tendido de bruces mirando al mar. O la de aquel Aeronorte que en tiempos de la infancia de la Zofri cayó, en un frustrado despegue, en las aguas de Playa Brava.

Viajar  en avión no eran tan popular como lo es ahora. Entonces era una fiesta. A Cavancha se llegaba en góndolas casi directo al avión. Me cuentan que los galanes locales, famosos en los años 60, iban al aeropuerto para ver que mujeres lindas llegaban. Las seguían y en la Plaza Prat le tendían las redes del coqueteo. Los resultados están a la vista. Esos galanes, cuales penelopes, aún vagan por las calles de Iquique esperando el Lan Chile que les traiga su amada.